Santo Entierro

Hermandad del Santo EntierroEsta cofradía se fundó a raíz de la veneración cobrada en la Isla de León por una imagen de Cristo Yacente que fue traída de Génova en 1790 por el presbítero genovés Jácome Parodi Macaggi. La efigie fue colocada en la capilla de Nuestra Señora de la Salud, templo edificado en la última década del siglo XVIII a iniciativa también del propio Parodi. La primitiva imagen genovesa del Santo Entierro fue expuesta a la veneración pública por primera vez en el año 1792, en una procesión organizada conjuntamente con la Hermandad de la Virgen de la Soledad. Esta procesión conjunta de ambas hermandades fue algo habitual durante el siglo XIX, aunque no sin altibajos y dificultades de todo tipo. De hecho, los primeros años de la historia de la Cofradía del Santo Entierro estuvieron presididos por las disputas y los litigios con la de la Soledad.

En 1794, las autoridades locales, a iniciativa del padre Parodi y con respaldo del Consejo de Castilla, se incautaron de una segunda imagen del Santo Entierro que había labrado José Tomás de Cirartegui, escultor del Arsenal, por encargo de la Hermandad de la Soledad. Esta segunda imagen, la actual, fue adquirida por el presbítero genovés, quien la cedió posteriormente a la recién fundada cofradía de la capilla de la Salud. La Hermandad del Santo Entierro y sus constituciones fueron aprobadas en 1795 por el Consejo de Castilla. Desde el principio de su historia se señaló como una corporación de las personas más distinguidas e ilustres de la localidad.

Hermandad del Santo EntierroLa Cofradía residió en la capilla de la Salud hasta el año 1830, en que se trasladó, debido al estado de ruina de aquella ermita, a la iglesia conventual del Carmen, donde ha permanecido desde entonces. En este templo ocupó la última capilla de la nave de la Epístola y, después de la exclaustración de los religiosos carmelitas, labró y embelleció una capilla propia situada en el lateral derecho del crucero, que ocupó hasta bien entrado el siglo XX. Las décadas centrales del siglo decimonono fueron las de máximo apogeo de esta hermandad, dirigida por generales de la Armada e integrada por personalidades de la alta sociedad isleña. La Cofradía sacaba por entonces varios pasos en su cortejo procesional: al Triunfo de la Santa Cruz sobre la Muerte, el Santo Entierro, la Virgen de la Soledad, así como varias figuras alegóricas y una guardia romana. No obstante, tras unos años de decadencia, la cofradía se extinguió de hecho a principios del siglo XX.

Después de varios intentos frustrados, se renovó definitivamente en el año 1942. Desde entonces, convirtió su salida procesional de cada Viernes Santo en la «procesión oficial» de la Semana Santa local, con asistencia de un representante del Jefe del Estado (normalmente el Capitán General de la Zona Marítima), presencia de autoridades civiles y eclesiásticas, comisiones militares, y de todas las hermandades y cofradías isleñas con la Junta o Consejo al frente.

Hermandad del Santo EntierroA partir de finales de la década de 1970, tras años de languidez, tomó renovado impulso con la salida procesional por primera vez en su historia de un paso de palio con una nueva imagen mariana cotitular: la Virgen del Mayor Dolor en su Soledad, de autor anónimo, reformada por Láinez y por Berraquero. Esta imagen sustituyó a la antigua y meritoria Virgen de la Soledad a la que la corporación había rendido culto durante todo el siglo XIX y parte del XX.

Pero la enérgica transformación acaeció en la década de 1990: primeramente, con la renovación del paso del Señor Yacente, proyectando y estrenando una ambiciosa, lujosa y artística urna (1995) para exponer a la veneración pública a la sagrada imagen, lo que supuso el abandono del desplazamiento por ruedas que había mantenido durante décadas; en segundo lugar, con la reforma de la procesión del Viernes Santo, dotándola de un peculiar estilo fúnebre cuajado de innovadores detalles, algunos de las cuales retrotraen a tiempos pretéritos; y, finalmente, con el reforzamiento solemne de su carácter de procesión oficial, participando en el cortejo autoridades civiles, militares y representantes de las otras hermandades.

 

 

 

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