San José

La villa de la Real Isla de León proclamó a san José como patrón de la localidad en 1766, pocos meses después de haberse constituido el Ayuntamiento independiente de Cádiz. Sin embargo, esta iniciativa no fue corroborada en la misma medida por la autoridad eclesiástica, pues, según lo querido por el clero local, el obispo de Cádiz decretó en 1767 que el santo patriarca fuera Copatrono de la nueva villa, reservando el patronato principal para los mártires Servando y Germán, lo que fue ratificado por la Santa Sede en 1769.

Sin embargo, treinta años después, a raíz de la epidemia de fiebre amarilla del año 1800, los cabildos civil y eclesiástico de la villa imploraron la intercesión del santo, tornando a proclamarle patrón principal y votando o jurando ofrecerle anualmente una función solemne en la fiesta litúrgica de los Desposorios (26 de noviembre). Esta vez el nuevo acuerdo fue apoyado por la autoridad diocesana y sancionado por el papa Pío VII en un Breve otorgado en 1802. Desde entonces, el Ayuntamiento isleño y el clero local han celebrado ininterrumpidamente la función del voto cada 26 de noviembre, excepto en épocas de dificultades políticas o de penuria económica.

En medio de estas dos efemérides josefinas, veinte años después de la proclamación de 1766 y diez antes de la de 1800, se fundó en la Real Isla de León la primera hermandad que tuvo a san José por titular exclusivo: la Devota y Venerable Congregación de Esclavos y Esclavas del Santísimo Patriarca Señor San José. Sus reglas, basadas en la corporación josefina homónima establecida en la parroquia del Rosario de Cádiz, fueron aprobadas en 1789 por el obispo José Escalzo y Miguel, prelado que además concedió una serie de indulgencias a los que rezaren ante la imagen, a los que se alistaren como esclavos, y a los hermanos que asistieren a los cultos. Buena parte de los fundadores fueron eclesiásticos locales, encabezados por el propio Vicario; en sus documentos insistieron en denominar copatrono a san José, como de derecho lo era por entonces.

La Esclavitud estaba regida por cuatro diputados (uno de ellos, el Diputado Mayor presidía la congregación), seis consiliarios, secretario, tesorero, cuatro esclavas camareras y el denominado «agente del Señor San José» (una especie de muñidor encargado de las citaciones y la cobranza). Era condición para ingresar como esclavo el prestar juramento de defender la Inmaculada Concepción de María, siguiendo una piadosa costumbre inaugurada por la hermandad sevillana de Jesús Nazareno. Sus cultos consistían en un septenario y función en la festividad del Patrocinio de San José, otra función el día de los Desposorios (26 de noviembre) y funerales por los esclavos difuntos.

A diferencia de las demás hermandades establecidas en la Iglesia Mayor, la Esclavitud josefina no tuvo al principio una capilla ni una bóveda de enterramiento en propiedad. La corporación sólo costeaba los sufragios por las almas de sus hermanos difuntos, no el entierro en una cripta a los pies de la imagen. Además, la imagen titular no estaba originariamente donde hoy la vemos, es decir en la segunda capilla de la nave de la epístola; esa capilla y su cripta correspondiente eran entonces propiedad de la Hermandad de la Virgen de la Esperanza. La Esclavitud de San José la ocupó desde 1836, una vez extinguida la antedicha hermandad mariana.

A mediados del siglo XIX, la Esclavitud de San José decayó su actividad y se extinguió de hecho. Su continuadora, la Asociación Josefina, fue establecida en esta ciudad en 1885, ocupando la misma capilla del primer templo parroquial y tributando similares cultos al santo patriarca. En 1899, siendo arcipreste D. Pedro Vigo Oneto, se labró un nuevo altar y retablo, simétricos al de la dolorosa servita y costeado por los fieles. Medio siglo después fue reformado y restaurado por Antonio Bey. La imagen del santo, como sucedía con la de la Divina Pastora, comenzó a salir en procesión durante el último cuarto del siglo XIX integrado en el cortejo del Corpus Christi, costumbre que se mantuvo hasta mediados de la centuria vigésima.

Con los inevitables altibajos y las etapas de vigor y decadencia, la Asociación Josefina perduró a lo largo del todo el siglo XX y mantuvo modestamente el culto al Patrón de la ciudad. Fue renovada en 2000 por un entusiasta grupo de jóvenes devotos, que logró revitalizar la antigua Esclavitud de San José en 2003, y que ha vuelta a organizar anualmente la función del Voto, a potenciar los cultos en honor del Patrón de la ciudad y a efectuar una salida procesional cada año con la imagen titular.

Esta es, por cierto, una obra de fines del siglo XVIII que se viene atribuyendo a José Tomás de Cirartegui Saralegui, escultor del Arsenal de La Carraca, por las evidentes semejanzas morfológicas que guarda con las obras documentadas de este artista vasco afincado en la Real Isla de León.

 

 

 

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