La devoción a lo nuestro

Como la Semana Santa se valora con lo sentidos del alma y por el hecho de haberla vivido desde la misma infancia a cada cual la suya le parece la mejor y por ello las mejores saetas se cantaron al paso de sus procesiones. Una pasión que corre a través de nuestras venas. He oído cantar saetas en distintos pueblos de varias provincias. En lo más profundo de mi ser tengo clavadas dos, entre centenares. Dos saetas que cantó Manolito Sánchez Cabeza en el año 1946 en la recogida del Nazareno, desde el balcón de Auxilio Social. No he escuchado nada mejor ni a los grandes del cante. Puede que fuese el momento del cantaor unido a mi estado anímico y al encuadre idóneo.

Pero algo de grande debieron tener aquellas dos saetas porque medio siglo después, no yo, sino los viejos aficionados, las seguimos recordando. Inolvidables ráfagas de arte vividas con la saeta, como en otra ocasión, en la Venta de Vargas, Joaquín el Palma, que es de Cádiz aunque vivió siempre en la Isla, a petición de Juan Vargas, cantó una saeta. En el local se hizo el silencio y cuando terminó vimos lágrimas en el rostro de más de un cliente. Inmejorable el Palma cuando estaba en vena.

La devoción a lo nuestro

Como la Semana Santa se valora con lo sentidos del alma y por el hecho de haberla vivido desde la misma infancia a cada cual la suya le parece la mejor y por ello las mejores saetas se cantaron al paso de sus procesiones. Una pasión que corre a través de nuestras venas. He oído cantar saetas en distintos pueblos de varias provincias. En lo más profundo de mi ser tengo clavadas dos, entre centenares. Dos saetas que cantó Manolito Sánchez Cabeza en el año 1946 en la recogida del Nazareno, desde el balcón de Auxilio Social. No he escuchado nada mejor ni a los grandes del cante. Puede que fuese el momento del cantaor unido a mi estado anímico y al encuadre idóneo.

Pero algo de grande debieron tener aquellas dos saetas porque medio siglo después, no yo, sino los viejos aficionados, las seguimos recordando. Inolvidables ráfagas de arte vividas con la saeta, como en otra ocasión, en la Venta de Vargas, Joaquín el Palma, que es de Cádiz aunque vivió siempre en la Isla, a petición de Juan Vargas, cantó una saeta. En el local se hizo el silencio y cuando terminó vimos lágrimas en el rostro de más de un cliente. Inmejorable el Palma cuando estaba en vena.

 

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