La saeta actual

Los tres cuartos de siglo de edad que día a día nos acompañan, hacen que en este apartado haya más vivencias que información leída y más participación activa que transmisión oral, siempre dudosa, en materia flamenca.

La saeta, tal y como hoy la conocemos, debió gestarse a principios del siglo XX. Y diferenciadas en dos grupos: la saeta natural, o sea, la saeta del pueblo y la saeta flamenca. La saeta natural es la que canta toda persona que tiene aptitudes para el canto (que no para el cante) y la saeta flamenca, que es la que interpretan algunos artistas flamencos. Digamos que el patrón interpretativo es idéntico para cada uno de los grupos cuando del estilo se trata.

Aún nadie se ha puesto de acuerdo en quien fue el primer saetero auténticamente flamenco de la historia. Se han publicado varios nombres y aunque cada informador arrime el ascua a su sardina, la verdad es que el auge y brillantez de la saeta se debe a los grandes cantaores del primer cuarto del siglo XX. Ellos dotaron a este cante de una melodía y unas variantes musicales hasta entonces desconocidas. También es absolutamente cierto que los mejores saeteros pertenecen a los más importantes centros cantaores y, por consiguiente, donde mejor se ha cantado, también por lógica, ha sido en los mismos citados centros.

Una vez que la saeta flamenca tomó cuerpo de naturaleza, con ella llegaron los diferentes estilos consecuencia de la inspiración de los artistas profesionales y así comenzaron a cantarse, unas antes y otras más tarde, las saetas derivadas de las tonás, la saeta por seguirilla, por carcelera, por martinete y antes que todo este grupo no olvidemos la saeta autóctona de algunos pueblos. Reminiscencia tradicional de lo que fueron las primitivas saetas. Hoy están en boga las saetas combinadas, que son aquellas que se componen con parte de una y se rematan con un tercio de otra distinta. Como hablamos de una época muy concreta y definitoria, aquí van unos ejemplos de letras popularísimas de esa etapa.

Luceros de dos en dos,
estrellas de cuatro en cuatro,
van alumbrando al Señor
la noche del Viernes Santo.

La corona del Señor
no es de rosas ni claveles,
que es de junquillos merinos
que le traspasan las sienes
a ese cordero divino.

Quién me presta una escalera
para subir al madero,
y quitarle las espinas
a Jesús el Nazareno.

Y sobre todo se popularizó la toná llamada del Cristo que dice así:

Que tú eres pare de almas.
Ministro de Cristo
y tronco de nuestra Madre Iglesia Santa
y árbol del Paraíso.