Imaginería

Vamos a hacer referencia, a los distintos grupos o especialidades dentro de la definición del apartado anterior de artesano y artista. A continuación las desglosaremos y posteriormente definiremos, siempre dentro de las artes suntuarias.

Imaginería
El profesor Jorge Bernales Ballesteros describe al imaginero como a aquel artista que tiene que ser necesariamente escultor. Además tiene que saber los gustos y necesidades tanto de devoción, como estéticas de la población y realizar tareas de la forma, más realista y bella que sea posible, en dificilísimo equilibrio que le aparte de lo estridente, desagradable y tremendista, así como feo o excesivamente dulzón. Por ello se ha dicho con acierto que todo imaginero tiene que ser escultor, pero no todo escultor consigue ser imaginero.

Sin duda alguna esta definición de Bernales Ballesteros no está exenta de polémica o cierta discrepancia, tanto por el canon de belleza por el cual se tiene que regir el imaginero como en su exclusiva dedicación a este arte-oficio, pues hay magníficos escultores que no dedicaron su vida exclusivamente o ni siquiera la cultivaron en demasía. Realizaron magníficas y excepcionales obras escultóricas policromadas que, en fin, es el concepto concreto de imaginero.

En definitiva, el término imaginero que se implanta en la actualidad, es el de escultor que se dedica a la escultura de devoción, o como el genial artista sanroqueño, Luis Ortega Brú definiera, son aquellos escultores que además de escultores son imagineros.

En cuanto a la historia y técnicas relacionadas con la escultura polícroma, tendríamos que escribir un auténtico tratado para poder sintetizar en unas líneas lo concerniente a sus distintos aspectos. No interaremos hacer un resumen, pues de ello ya se encargaron desde Cenino Cenini, el mismo Pacheco hasta mi buen amigo y profesor de la universidad de Sevilla Constantino Gañan. Nos ceñiremos a explicar por encima y de forma muy resumida lo concerniente a la realización de una imagen religiosa que es de lo que aquí tratamos.

Por lo general, el primer paso que el imaginero da, a la hora de realizar una escultura, ya sea policroma o no, es sin duda realizar un boceto a lápiz. En un primer paso puede ser guía para la composición y movimiento del conjunto si así lo requiere la obra, y si es necesario servirá para que el cliente pueda dar el visto bueno. Posteriormente, si es necesario, se realizaría un boceto en terracota a pequeña escala, que servirá de guía en tres dimensiones a la hora de realizar la escultura a tamaño real.

El escultor tiene dos procedimientos claramente definidos para ejecutar la obra. Una por medio de talla directa, que es mas intuitiva y arriesgada pues necesita de un gran dominio de la talla. Hoy en día la gran mayoría de escultores carecen de este dominio debido a la falta de oficio, pese a tener algunos sus titulaciones. La otra es mediante modelado en barro y definición en madera por medio de sacado de puntos, más preciso y reversible en caso de corrección.

El soporte lignario, en el que el escultor atacará a la madera, tiene una vital importancia, tanto en la disposición de las tablas como en el estado natural de la madera. Para que el embom no sufra ningún tipo de problema estructural, todo imaginero debiera conocer perfectamente tanto la tipología de las maderas como su naturaleza y composición. Hasta bien entrado el siglo XVII, las figuras eran talladas casi siempre a partir de un tronco de dimensiones adecuadas a la escultura, generalmente en pino segura, ahuecándose siempre la zona medular del tronco. Se evitaba así que el embom se abriese, además de tener menos posibilidades de ser atacado por insectos xilófagos y aligerar de peso la hechura. Hay que destacar la minuciosidad y el gran oficio de los maestros imagineros en el aspecto preventivo de la obra, pues en el interior se acostumbraba a pintarla con sulfato de cobre, de gran poder insecticida, evitando el ataque de insectos.

Volvamos al proceso de elaboración de la obra en sí. Una vez modelado en barro el boceto, que posteriormente servirá como modelo a seguir, y que puede ser de la misma o distinta escala a la escultura definitiva, se trasporta al embom o bloque por medio de la técnica de sacado de puntos. Esta tarea se puede realizar a mano por diversos medios (compás, plomada, maquinilla, celda) o por medio de pantógrafos o copiadoras, que pueden ser inversoras, reductoras-ampliadoras y de una o varias copias a partir de un modelo.

Una vez realizada la labor del sacador de puntos, el escultor debe tener en cuenta el perfecto ensamblaje de las tablas. Siempre deben estar dispuestas al hilo, lo que quiere decir que las vetas de la madera coincidan en el pegamento en el mismo sentido, e intentando que la testa de las tablas nunca esté dispuesta en corte transversal con respecto a la misma veta.

Una vez relimpiadas todas las zonas de la escultura y ensamblados todos los elementos extremos del embom, se procederá a encolar y sellar todos los ensambles y zonas en las que se puedan prever posibles movimientos de la madera (nudos, venteados, etc.). Todo esto se realiza habitualmente con lienzo o fibra acrílica.

A continuación se estucará y lijará la pieza con más o menos cantidad de yeso en función del tipo de acabado de la escultura, sobre todo si requiere ser estofada y cincelada. El estuco que se aplica a las imágenes de menor tamaño es más suelto para así no perder la configuración de la talla. A ello se le denomina «chumi». Si lo precisa la obra, el estuco incluso puede ir encordado para dar más realce.

Una vez finalizada la obra en blanco, se procede a policromarla, labor realizada en épocas pretéritas por los pintores, que habitualmente practicaban técnicas grasas y magras a la hora de aplicar el pigmento. Por lo general su finalización era totalmente mate. En cambio hoy en día utilizamos lógicamente colores ya fabricados y envasados, sobre todo óleo, que se aplica con la tradicional técnica del óleo a pulimento. Esta etapa resulta interesantísima, pues lleva consigo una carga de misterio y, por que no decirlo, la utilización de las pátinas, algunas de las cuales se trasmiten de generación en generación. Pacheco definía la pátina como dar oculta gravedad a los colores floridos para que no ofendan a la vista. Así la patina también forma parte de los orígenes de esa policromía, asunto éste muy debatido sobre todo en el entorno de los restauradores.

La finalización de la obra suele realizarse con un barnizado generalizado o encerado, en función del tipo de policromía que se haya aplicado.

Algo a lo que me gustaría hacer referencia es el cambio que ha sufrido la imaginería desde la realización colectiva de la obra en el barroco y la de individualista en la actualidad, al tener que acaparar todas las disciplinas de arte-oficio el imaginero, cosa que desafortunadamente se puede apreciar en algunas obras una vez concluidas.