Introducción

Intentamos a continuación la tarea de ofrecer un bosquejo histórico acerca de los imagineros y la imaginería religiosa isleña. Nos limitaremos a una rápida enumeración de autores y obras, sin profundizar apenas en la materia, centrándonos sólo en la imaginería correspondiente a las hermandades y cofradías de nuestra ciudad, aunque a veces incluiremos por su interés algunas no pertenecientes a estas corporaciones religiosas. Y lógicamente expondremos todo desde un punto de vista estrictamente histórico, no artístico ni estético, por no correspondernos estas disciplinas.

Debemos decir de antemano que se trata de un campo vastísimo y fascinante en el que aún queda mucho por investigar. Por investigar rigurosa y seriamente, acudiendo a las fuentes documentales; no, como se ha venido haciendo casi hasta ahora, acudiendo a repetir lo publicado en su día por antiguos historiadores, investigadores y eruditos isleños; ni, como se suele hacer recientemente, tal vez con demasiado desparpajo, utilizando un simple método comparativo en busca de posibles parecidos.

La exposición abarcará cuatro períodos artísticos que se corresponden con otras tantas étapas históricas de auge para las hermandades y cofradías locales. Unas etapas o lapsos de tiempo que coincidieron con épocas históricas de florecimiento para la villa de la Real Isla de León o para la ciudad de San Fernando: 1) La segunda mitad del siglo XVIII, 2) Los sesenta años que los historiadores agrupan bajo el rótulo de la Restauración (1875-1931), 3) Las cuatro décadas del gobierno de Franco (1936-1975), y 4) El reinado de Juan Carlos I o la época actual.

 

1. La imaginería isleña tardo-barroca y neoclásica (siglo XVIII).

1. 1. Introducción

La historia de la imaginería isleña también es tardía en relación con la de ciudades de nuestro entorno cultural con rica tradición cofrade, como Cádiz, Jerez o Sevilla. No va más allá de fines del siglo XVII o principios del XVIII. ¿Por qué?

Las imágenes sagradas, consideradas como obras de arte, se tallaban en esos siglos por encargo de la Iglesia para sus templos, de la órdenes religiosas para sus conventos, de las asociaciones de fieles para sus capillas y retablos. Así pues, la existencia de un número suficiente iglesias, conventos y hermandades era fundamental para que hubiera artistas imagineros y tallas religiosas.

Estas condiciones no se dieron en la Isla de León hasta mediados del siglo XVIII. Antes, la localidad era una tierra poco poblada, con no más templos que la destartalada iglesia parroquial establecida en el pétreo castillo de los Ponce de León; con no más convento que el de los carmelitas descalzos instalados aquí en 1680; con no más hermandades que las dos o tres sitas en dicho Castillo, más la mariana radicada en el dicho convento.

Las cosas comenzaron a cambiar desde el segundo tercio del siglo XVIII y, sobre todo, a lo largo de la segunda mitad de esa importantísima centuria. La Isla de León fue incorporada a la Corona en 1729. La industria de construcción naval comenzó a florecer en el Arsenal de La Carraca en activo desde pocos años antes. La localidad fue segregada de Cádiz en 1766, naciendo así como municipio independiente (la villa de la Real Isla de León). Tres años después, a partir de 1769, se trasladó el Departamento Marítimo desde Cádiz, se fueron estableciendo en la Isla sus dependencias navales y comenzaron los lazos históricos entre Isla y Armada, lazos que han perdurado durante más de dos siglos.

La población aumentó considerablemente. La geografía urbana se extendió formándose entonces los barrios antiguos de la Isla. Las autoridades emprendieron grandes obras edificativas civiles y militares (Ayuntamiento, Población de San Carlos).

Este espectacular aumento demográfico y urbano, sorprendente incluso para no pocos ilustrados viajeros de la época que lo dejaron indicado en sus obras, acarreó la necesidad de construir templos más capaces para atender las necesidades espirituales de los nuevos vecinos y de los nuevos barrios. Sólo en treinta años, de 1760 a 1790 se edificaron la nueva Iglesia Mayor Parroquial, la iglesia de la Compañía de María, la capilla del Hospital de San José, la nueva parroquia castrense de San Francisco, la parroquia del Arsenal, capilla del Santo Cristo, capilla de la Divina Pastora, de Nuestra Señora de la Salud, del Señor de la Humildad y la parroquia de la Población de San Carlos hoy Panteón de Marinos. Es decir, la inmensa mayoría de los templos antiguos de la Isla.

Finalmente, el aumento de población de la segunda mitad del Setecientos trajo consigo un aumento del asociacionismo entre los fieles, creándose y fundándose entonces la mayoría de las antiguas hermandades y cofradías (Soledad, Nazareno, Divina Pastora, Vera Cruz, San José, Santo Entierro, Expiración y otras marianas letíficas), más las ya preexistentes que hemos mencionado antes.

Pues bien, con estas favorables codiciones demográficas, urbanas y sociales creció entonces lógicamente la demanda de sagradas imágenes para culto y adorno de los nuevos templos, conventos, capillas ermitas y hhcc.

¿Y a quiénes se acudió para que las hicieran?

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