Hermandades decimonónicas extinguidas

Fernando Mósig Pérez, 2007.

2.1. Generalidades.

Durante la época de la Restauración borbónica (1875-1931), y después en los años de la posguerra (1939-1962), se fundaron y florecieron numerosas congregaciones y asociaciones piadosas en la ciudad. Nacieron al amparo de las circunstancias políticas favorables de cada uno de esos momentos históricos y fueron alentadas por la jerarquía eclesiástica para fomentar las prácticas piadosas tradicionales, como medio de poner en práctica la doctrina social católica definida por León XIII, como forma de contrarrestar en la medida de lo posible el avance de las nuevas ideologías descristianizadas (o incluso abiertamente anticristianas), y como medio de atraerse a las masas obreras alejadas de la Iglesia.

La religiosidad de los sectores altos y medios de la población, más individualista e ilustrada, aceptaba y toleraba las manifestaciones de la piedad popular plasmada en las hermandades y cofradías. Pero también las rechazaba en cierto modo, considerándolas impropias de los fieles católicos más formados. La piedad de estos grupos sociales halló cauce apropiado en estas congregaciones y asociaciones, que en dichas épocas históricas proliferaron por doquier en las iglesias isleñas.

Estas congregaciones de fieles tuvieron una serie de rasgos comunes, al menos en San Fernando:

  1. Surgieron al calor de advocaciones cristíferas, marianas o de santos tenidas por muy milagrosas, aparecidas con fuerza en esa época. Muchas de ellas eran de origen francés o italiano, y fueron propagadas por diferentes órdenes religiosas caracterizadas también por su novedad o juventud en la historia eclesiástica, por ejemplo, redentoristas, salesianos y claretianos.
  2. Varias de ellas se establecieron en capillas céntricas y recoletas de la ciudad de San Fernando, en las que no había erigidas hermandades y cofradías. Por ejemplo, las iglesias de San Antonio y de la Asunción (Auditor).
  3. Solieron estar agregadas a una congregación originaria o primaria, por lo general establecida en Roma, rigiéndose por sus mismos estatutos. Por este motivo, muchas de ellas usaban el título de Archicofradía.
  4. Fueron preferentemente congregaciones de cultos internos, aunque algunas de ellas también efectuaron procesiones con sus imágenes titulares. Además de la función principal anual, todas realizaban algún tipo de culto o ejercicio mensual ante los titulares, costumbre que luego heredaron las hermandades y cofradías. En realidad, estas asociaciones tuvieron una más vida cultual más intensa y constante que las propias hermandades tradicionales. Algunas de ellas, dividían a sus asociados en grupos denominados «coros», con la finalidad de turnarse y sucederse de forma rotativa en la práctica de algún ejercicio piadoso, para asegurar así la continuidad del culto a los titulares o del objeto devoto de la asociación.
  5. Desarrollaron una actividad piadosa más constante e intensa que las antiguas hermandades y cofradías, pero también más elitista, lejos de la aceptación popular que rodeaba a éstas.
  6. En general, fueron asociaciones minoritarias, aunque algunas, sobre todo en sus inicios, superaron con creces la media numérica de hermanos que solían tener las propias hermandades y cofradías.
  7. Aunque podían inscribirse en ellas tanto hombres como mujeres, el gobierno y la dirección de estas congregaciones fue predominantemente femenino. En algunos casos, lo fue de modo absoluto. De este modo, tales asociaciones fueron vehículo apropiado de la alternativa femenina a la estructura de gobierno exclusivamente masculina de las hermandades y cofradías.
  8. Formaron parte de ellas, como archicofrades, congregantes o socios, miembros de las clases altas isleñas, generalmente de familias vinculadas a la Armada, tradicionalmente católicas y con aceptable formación religiosa: las típicas familias isleñas de apellidos conocidos que entonces se avecindaban en la calle Real y aledaños. Esto fue más patente en las radicadas en la Parroquia de San Francisco, templo perteneciente a la jurisdicción castrense y sólo frecuentada entonces por estas familias.
  9. El gobierno de estas congregaciones correspondió normalmente a un presbítero con título de director y amplias facultades, auxiliado por otros cargos (secretario, tesorero, vocales) cuya designación le competía exclusivamente y que recaían, como decimos, en señoras y señoritas preferentemente. No existían juntas generales o cabildos de hermanos. No fue infrecuente que varios eclesiásticos formaran parte también de las juntas de gobierno de estas asociaciones.
  10. Fueron, en líneas generales, mucho mejor vistas y consentidas que las hermandades y cofradías por la jerarquía eclesiástica, a la que casi nunca además dieron motivo de enojo, perturbación o queja.

Por lo demás, se comportaron «como si fueran» otras hermandades y cofradías. En efecto, con las salvedades expuestas, se trataba también de asociaciones de fieles que rendían culto a una imagen o advocación del Señor, la Virgen o los santos mediante cultos internos o externos, con estructura de gobierno semejante y con similares fuentes de financiación.

Las fundaciones se desplegaron en tres «oleadas» sucesivas, de intensidad y número decreciente: el último cuarto del siglo XIX, la década de 1920, y los años de la posguerra. La mayoría de ellas perduró hasta mediados del siglo XX.

Las archicofradías, congregaciones y asociaciones de esta naturaleza que se fundaron en San Fernando fueron muy numerosas. Una vez expuestos sus rasgos comunes, veamos muy sucintamente los datos fundacionales y algunas particularidades de cada una de ellas, agrupándolas según los templos donde radicaron.

 

2.2. Iglesia Mayor Parroquial.

Las principales congregaciones de esta índole que existieron en el primer templo parroquial isleño fueron fundamentalmente las cuatro que expondremos seguidamente, de las cuales algunas aún subsisten. No nos detendremos en ofrecer datos sobre otras asociaciones pías de historia efímera y minoritaria, de naturaleza jurídica distinta, más dedicadas a los ejercicios devotos y a la beneficencia que al culto y procesión, que radicaron en esta iglesia parroquial, como verbigracia la Congregación de Hijas de Nazaret (1877), la Congregación de las Marías de los Sagrarios y Calvarios, la Asociación de Auxiliadoras de Enfermos Graves y Pobres (1901), la Asociación de la Visita Domiciliaria de la Sagrada Familia (1911), o las Conferencias o Sociedades de Caballeros y Señoras de San Vicente de Paul.

  1. Congregación o Asociación del Sagrado Corazón de Jesús. Fue establecida en 1875, teniendo una seción masculina y otra femenina separadas. Su finalidad era el fomento y culto de esta devoción a través de diversos ejercicios de piedad, por lo que puede considerarse heredera directa de la congregación fundada en 1753 y reorganizada en 1842. Su objeto piadoso fue pronto asumido simultáneamente por otras asociaciones sacrocordíferas más pujantes, como el Apostolado de la Oración, con la que esta corporación que nos ocupa acabó probablemente asimilándose y desapareciendo como tal.
  2. Asociación Josefina. Su finalidad fue la mayor veneración y culto al patriarca san José, patrón de la ciudad de San Fernando. Fundada y aprobada en 1885 a iniciativa del párroco don Pedro Vigo y bajo la influencia de la creciente devoción a san José derivada, entre otras cosas, de su nombramiento como Patrón de la Iglesia Universal en 1870 por Pío IX. Heredera de hecho de la Esclavitud de San José que había sido fundada en 1789, existió con mayores o menores altibajos durante más de un siglo, encargándose de dar culto anual al Santo Patrón, colaborando en la organización de los cultos «oficiales» de la festividad de marzo y de la solemne función del Voto, y organizando también su salida procesional en el cortejo del Corpus Christi hasta mediados del siglo XX.

    La asociación, habiendo sido revitalizada en 2000, acabó siendo asimilada por dicha antigua hermandad dieciochesca tras su reorganización en 2003.

  3. Apostolado de la Oración y Congregación del Sagrado Corazón de Jesús. Es una de las asociaciones de fieles aún activa que, no obstante, incluiremos en este capítulo.

    El Apostolado de la Oración, asociación de origen francés y jesuítico, se estableció en San Fernando en 1886 (según otras fuentes, 1884). En cierto modo, tomó el testigo de la antigua Congregación del Divino Amor al Corazón de Jesús fundada en 1753 y reorganizada en 1842; por consiguiente, podría ser considerada mutatis mutandis como su heredera moral.

    Su objeto principal era el fomento d ela devoción al Sagrado Corazón de Jesús y el desagraviar al Santísimo de las ofensas recibidas, por medio de la oración contínua. La asociación estuvo encargada de tributar solemnes cultos anuales al Corazón de Jesús en su festividad del viernes de la infraoctava de Corpus Christi. Durante el primer tercio del siglo XX, sacaba en procesión, además, una imagen del Corazón de Jesús en el día de su festividad.

    El Apostolado también se implicó con la parroquia diocesana en la reforma y mejora de la capilla del Sagrario, lo que condujo a la consagración del actual altar neogótico en 1917 por el obispo Mons. Rancés, altar que fue presidido por una imagen del Corazón de Jesús procedente de unos talleres madrileños.

    Como es bien conocido, la festividad del Sagrado Corazón de Jesús adquirió durante la posguerra máximo relieve y un carácter institucional y pseudopatronal, celebrándose cada año con una solemne novena y función el 29 de junio, y una procesión ese mismo día por la tarde con asistencia de las autoridades civiles y militares isleñas. Al tratarse del titular de su asociación, el Apostolado de la Oración colaboró en la organización de estos cultos y procesiones solemnes, los cuales duraron unos veinte años, hasta que dejaron de efectuarse en los años 1960. La imagen que salía en procesión, que no era la que preside el Sagrario, fue bendecida en 1945 y hoy está desaparecida o en paradero desconocido.

    El Apostolado de la Oración, ya más que centenario, ha continuado hasta hoy día con sus cultos internos y actividades estatutarias. Es el heredero de una acendrada devoción con una presencia tan antigua en la localidad que se remonta a las postrimerías de la iglesia parroquial del Castillo de los Ponce de León.

  4. Asociación del Sagrado Corazón de Jesús y San Ignacio de Loyola. Otra de las varias asociaciones de fieles fundadas como respuesta a la sobresaliente y dominante devoción al Corazón de Jesús, en este caso haciendo hincapié en sus fundamentos y vínculos jesuíticos, y procurando «mejorar el estado moral y social de los obreros de ambos sexos, instruyéndolos en sus deberes para con Dios, para con la familia, para con la sociedad y para con los poderes constituidos». La asociación fue aprobada en 1898. En razón de tener el mismo titular y objeto piadoso, pronto comenzó a celebrar cultos conjuntamente con el Apostolado de la Oración, por quien acabaría siendo asimilada y absorbida.
  5. Adoración Nocturna. La Sección Adoradora Nocturna fue fundada en la Iglesia Mayor Parroquial en 1899, rigiéndose por el reglamento, común a estas asociaciones, del Consejo General de la Adoración Nocturna Española, con sede en Madrid, agregada canónicamente a la Venerable Archicofradía de la Adoración Nocturna del Santísimo Sacramento, de Roma. La Adoración Nocturna Española había sido creada en la iglesia de San Antonio del Prado de Madrid en 1877, por un grupo de caballeros a cuyo frente se encontraba Luis Trelles. Pero el movimiento había sido fundado en París en 1848 por Hermann Cohen, judeoconverso, extendiéndose pronto por todo el mundo católico.

    Su principal objeto es contemplativo: hacer turnos de vela y oración ante el Santísimo Sacramento durante las horas de la noche; además, tiene como obligaciones la promoción del culto eucarístico, el compromiso de vida cristiana y el apostolado. En cierto modo, fue una continuadora del espíritu de la Congregación de Luz, Vela y Mayor Culto.

    Durante la mayor parte del siglo XX, fue la más importante de las asociaciones eucarísticas isleñas de origen moderno, no barroco o dieciochesco. La Adoración Nocturna sanfernandina colaboró habitualmente con la parroquia diocesana en la organización de los cultos eucarísticos que competían antaño a la Esclavitud del Santísimo Sacramento, como la procesión pascual de enfermos e impedidos y la procesión de la octava de Corpus.

    Esta centenaria asociación isleña subsiste en la actualidad.

  6. Congregación de la Inmaculada Concepción y san Luis Gonzaga. Conocida vulgarmente como «Los Luises», fue una asociación de corte mariano y juvenil y de inspiración jesuítica. Fue fundada y erigida en 1910. La patrona principal d ela asociación era la Inmaculada Concepción y el patrón secundario era san Luis Gonzaga (1568-1591), novicio jesuita italiano fallecido a los 23 años, canonizado en 1726, propuesto como modelo de vida para los jóvenes; laa Congregación llegó a tener también sección infantil cuyo patrón era san Estanislao de Kotschka, también santo jesuita.

Los «Luises» debían celebrar cultos especiales en las festividades de sus patronos (8 de diciembre y 21 de junio), así como ejercicios los primeros domingos de cada mes. También se comprometían a hacer vela ante el Santísimo Sacramento y asistir a sus procesiones. La imagen de la Inmaculada Concepción a la que rendian culto no era la muy antigua y meritoria que actualmente se venera en uno de los altares de la nave del evangelio, sino otra de mayor tamaño cuyo paradero se desconoce; la imagen de san Luis Gonzaga, de tamaño pequeño, «se encontraba en una pequeña capilla situada en una de las columnas de la nave central»y hoy día puede verse en la sacristía.

La vida de esta congregación duró unos cuarenta años: hasta fines de los años 1940 constatamos noticias de sus celebraciones cultuales. Este tipo de asociación proliferó en iglesias regidas por la Compañía de Jesús o, al menos, tuvo una fuerte inspiración jesuita. De las congregaciones homónimas de Jerez y Cádiz, inspiradas y fundadas por los PP. Jesuitas, emanaron durante la posguerra sendas hermandades de penitencia marianas y austeras : 1) la de Nuestra Señora del Amor y Sacrificio, fundada al término de la guerra civil; y 2) la sección de penitencia Ecce Mater Tua, creada en 1953 en la gaditana iglesia de Santiago.

 

2.3. Parroquia Castrense de San Francisco.

La Parroquia de San Francisco reflejó como pocas en la ciudad la piedad católica típica de la época de la Restauración Borbónica. Las fundaciones se desplegaron sobre todo a lo largo del reinado de Alfonso XIII: en los años de 1920, por ejemplo, la iglesia llegó a contar con seis de estas asociaciones, más un par de asociaciones sacramentales como los Jueves Eucarísticos y la Hora Santa. Estas asociaciones tuvieron la particularidad de que fueron aprobadas por el Patriarca de las Indias y Vicario General Castrense, por lo que todas ellas, al menos las anteriores a los años 1930, dependían de la jurisdicción eclesiástica castrense, no de la diocesana. Esta circunstancia favoreció que estuvieran integradas mayormente por miembros de familias isleñas con arraigada tradición naval. Todas decayeron tras la posguerra y ninguna de ellas existe actualmente. Según nuestras informaciones, hay feligreses que intentan hacer renacer la devoción a María Auxiliadora en esa parroquia.

  1. Real Archicofradía de la Corte de María. La Archicofradía del Culto Continuo a la Santísima Virgen, o sea Corte de María, se fundó en todo el orbe católico en 1839. Los papas Gregorio XVI y Pío IX le concedieron numerosas indulgencias; el segundo, además, la elevó en 1847 a la categoría jurídica de archicofradía. En España, la archicofradía matriz se fundó y residió en la Parroquia de San Ginés, de Madrid. También hubo una archicofradía en la iglesia de Santiago, de Cádiz.

    La Archicofradía de la Corte de María de la ciudad de San Fernando fue fundada en la Parroquia Castrense en 1892. Parece ser que solicitó la agregación a la corporación matriz madrileña. Años después, le fue concedido el título de Real. La asociación isleña tomó por titular y patrona a la imagen de la Virgen de los Remedios, conocida también en el seno de la Archicofradía con la advocación del Amor Hermoso. Esta imagen había sido la antigua titular del hospicio franciscano hasta 1835 y luego lo fue de la parroquia castrense desde 1839 hasta la segunda mitad de ese siglo.

    La Corte de María fue una asociación eminentemente mariana y femenina. Los archicofrades, como cortesanos de María, se comprometían a dar culto continuo a la Santísima Virgen mediante la práctica de ejercicios piadosos y la visita diaria a alguna imagen mariana de la ciudad. Era, por así decirlo y valga la comparación, el equivalente mariano de las congregaciones eucarísticas de vela continua ante el Santísimo Sacramento.Los cultos reglamentarios consistían en ejercicios devotos mensuales los cuartos domingos de cada mes, cultos marianos durante todo el mes de mayo y una función principal el 31 de mayo en honor y obsequio de su patrona la Virgen de los Remedios, Madre del Amor Hermoso. Como peculiaridad característica, la asociación se dividía en «coros» para hacer los ejercicios piadosos de su instituto. Cada coro lo integraban 31 archicofrades.

    La Real Archicofradía de la Corte de María fue de las primeras congregaciones decimonónicas de San Fernando en cesar su actividad. Desde la segunda mitad de los años veinte, no hemos hallado más noticias sobre ella. Tal vez fue reanimada al socaire del ambiente de exaltado catolicismo de la posguerra, pero, en todo caso, su existencia duró poco tiempo más.

    La imagen de la patrona de la Archicofradía, la Virgen de los Remedios, permaneció en el templo castrense hasta que fue retirada del culto en la reforma que sufrió la iglesia en 1966. Fue recuperada en la década de 1990 por la Cofradía de la Virgen de la Caridad, que le dio culto hasta que adquirieron una propia. Entonces, la originaria fue devuelta a la parroquia y retirada definitivamente del culto, dado su estado de deterioro.

  2. Congregación de Santa Cecilia Mártir. La Hermandad de Santa Cecilia desarrolló su actividad en los primeros años del siglo XX y tuvo una vida muy breve. Se estableció en San Francisco en 1902 y ese mismo año fueron aprobadas sus constituciones. El objeto era dar culto a su titular, santa Cecilia, virgen y mártir romana del siglo III, considerada tradicionalmente patrona de la música, patronazgo que le ha asegurado una gran popularidad. Tuvo un carácter cuasi gremial (de los músicos isleños, o de un grupo de ellos) y cuasi cerrada (aunque admitía toda clase de hermanos, privilegiaba a los fundadores, al personal músico de la parroquia, y a los hermanos músicos que actuaban en la función y novena).

    Esta asociación religioso-musical distinguía cinco clases de hermanos: fundadores, protectores, activos (los músicos que actuaban en los cultos), numerarios y de honor (todo músico que, sin ser hermano, se brinde a tomar parte en los cultos por amor a la patrona de la música). El distintivo de los hermanos era una pequeña lira en cuyo centro figuraba una imagen de la santa, llevado al cuello pendiente de un cordón tricolor (oro, blanco y rojo). Los cultos estatutarios que debía celebrar la Hermandad eran: función en la festividad de la santa (22 de noviembre) seguida de novena, un quinario en noviembre en memoria de las almas de los hermanos difuntos, y una misa mensual, cada día 22, en el altar de la imagen titular.

    La imagen de santa Cecilia quizá fue adquirida por entonces para los cultos de esta asociación. Representa a la santa mártir con sus atributos carácterísticos (corona de flores o palma de martirio y un instrumento musical). Al cesar la actividad de la hermandad, la efigie continuó recibiendo la veneración de los fieles en el templo, pero, como tantas otras, fue retirada del culto en 1966. En los últimos años ha sido puesta de nuevo a la veneración pública.

    Por lo demás, debemos añadir que, como patrona de la música, santa Cecilia ha recibido cultos y honras por las numerosas asociaciones musicales que se han ido sucediendo en la historia sanfernandina, sobre todo a lo largo de la centuria vigésima. Hoy día, el testigo lo ha tomado la Hermandad de Jesús Nazareno a través de su acreditada Academia de Música.

  3. Asociación de la Medalla Milagrosa. Esta devoción de origen francés surgió de la visión sobrenatural experimentada en París en 1830 por sor Catalina Labouré, una novicia de la Congregación de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul. La congregación religiosa tomó esta devoción como propia, propagándola y generalizándose entre los fieles el uso de una medalla ovalada mostrando la imagen de la Virgen tal como la vio la joven sor Catalina, medalla que pronto cobró fama de milagrosa. La devoción a la Virgen de la Medalla Milagrosa se extendió por todo el mundo católico desde la segunda mitad del XIX.

    La Asociación de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa fue creada en la Parroquia de San Francisco de la ciudad de San Fernando en diciembre de 1920. El culto principal de la asociación isleña era un triduo dedicado a Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa con función solemne en su festividad (27 de noviembre). La popular devoción arraigó tanto en la ciudad, que la Parroquia Castrense en unión de la Asociación organizó para la festividad de 1924 una primera salida procesional de la imagen por las calles del centro urbano. La procesión de la Milagrosa el domingo más cercano a su festividad, por las calles aledañas a la Parroquia Castrense, se hizo costumbre entre los años 1925-1930 y durante la posguerra.

    La asociación adquirió en 1923 una imagen de la Milagrosa para sus cultos, colocándola en altar propio en el templo castrense. La imagen muestra a la Virgen vistiendo larga túnica, con los brazos flexionados a la altura de la cintura y extendidos, abierta las palmas de las manos dirigidas hacia delante y brotando de ellas dos chorros de luz, como derramando gracias y favores.

    Ha sido de las asociaciones femeninas de la época Restauración más duraderas, pues su actividad continua en la actualidad.

  4. Cofradía del Cristo de la Agonía de Limpias. El milagroso Cristo de la Agonía venerado en la parroquia de San Pedro de Limpias (Cantabria) procede de Cádiz. En efecto, don Diego de la Piedra Secadura, caballero del Orden de Santiago, natural de Limpias y vecino de Cádiz, fue un fervoroso benefactor de la parroquia de su villa natal. En su testamento otorgado en Cádiz en 1778, declaró que había costeado de su peculio el retablo mayor de la iglesia parroquial, colocando en él las imágenes de un Cristo agonizando en la cruz, una Dolorosa y un san Juan que envió desde Cádiz. La devota imagen del Santo Cristo ha sido atribuida tradicionalmente, sin demasiado fundamento, a la escuela sevillana y, más recientemente, al escultor gaditano de origen genovés Juan Gandulfo, debido a sus innegable similitudes estilísticas con el grupo de las Siete Palabras de la Santa Cueva de Cádiz, obra de este autor.

    Un siglo y medio permaneció el Santo Cristo de la Agonía en la localidad santanderina sin que su devoción trascendiera de modo especial y multitudinario. Pero la imagen obró unos milagrosos prodigios a partir de 1919, que despertaron en todas partes sentimientos de intensa devoción hacia esa sagrada efigie de origen gaditano venerada en Limpias. Su imagen fue muy reproducida y difundidísima.

    Movido por estos sentimientos de piedad, el Párroco del Departamento Marítimo colocó una imagen pictórica del Cristo a la veneración pública en la Parroquia de San Francisco en 1920. El considerable número de fieles isleños que comenzó a dirigirle sus oraciones, hizo que el citado párroco pensara en la conveniencia de fundar una cofradía. En efecto, la Cofradía del Santo Cristo de la Agonía se fundó, con este título, en la Parroquia de San Francisco en 1920, siendo erigida canónicamente y aprobados sus estatutos al año siguiente por el Pro Vicario General Castrense. La vida de la nueva congregación duró apenas treinta años: los documentos de la cofradía que se conservan y hemos consultado concluyen en 1948, por lo que esa podría ser la fecha de cesación de la actividad; a mayor abundamiento, otras fuentes también dejaron de mencionarla por entonces.

    Las inscripciones de hermanos durante los primeros años de existencia de la entusiasta Cofradía fueron abundantísimas, Usaban como distintivo una medalla en cuyo anverso figuraba la imagen del Santo Cristo y en el reverso la de Nuestra Señora de los Dolores, pendiente la medalla de una cinta morada y blanca. Se organizaron en ocho coros (aumentados luego a nueve) de treinta, presididos cada uno por una señorita. Los cofrades de la Agonía debían ejercitarse en obras de misericordia, particularmente visitando enfermos y orando por ellos, por los agonizantes y difuntos; comprometiéndose a pedir y recibir los auxilios espirituales en sus enfermedades.

    La Cofradía tuvo por titular al Santo Cristo de la Agonía y por cotitulares (o copatronos, como los llaman los estatutos) a Nuestra Señora de los Dolores al pie de la cruz y al patriarca San José, abogado de la buena muerte. La función principal se celebraba el 30 de marzo, festividad del Santo Cristo. La Cofradía organizaba también cultos el día treinta de cada mes, consistentes en una misa matutina en el altar del titular y ejecicios piadosos vespertinos. Igualmente se ocupó de dedicar un septenario a su copatrona, Nuestra Señora de los Dolores, sobre todo en los años cuarenta, ya a finales de la vida de la asociación. No sabemos si tributó cultos especiales al cotitular san José, salvo las oraciones y ejercicios piadosos prescritos en los estatutos.

    El patrimonio de la Cofradía tuvo cierto interés y valor. La imagen titular del Santo Cristo de la Agonía, como decimos, era una pintura del artista isleño Ángel Cousillas Barandiarán inspirada en la talla original venerada en Limpias (Santander), pintura que fue realizada en 1920 para la Parroquia Castrense; la Cofradía la adquirió a la fábrica parroquial en 1921, a iniciativa del propio párroco, para evitar motivos de perturbación en el futuro. La imagen de Nuestra Señora de los Dolores fue adquirida en 1921, siendo obra del escultor Sr. Espelta, de Barcelona. La de San José suponemos que era la venerada en altar propio en el templo castrense desde antiguo. El altar del Santo Cristo, inaugurado solemnemente ese repetido año, contó con enseres y objetos de culto donados por varias devotas, sí como con una candelería plateada, estilo gótico, que la Cofradía compró a una casa de Valencia. También encargó en 1923 la confección de un estandarte, con los colores morado y blanco corporativos, para que presidiera y realzara los cultos.

  5. Archicofradía de María Auxiliadora. Esta advocación alude a la ayuda mediadora, a la protección y al socorro que la Virgen María dispensa a los cristianos. El papa Pío V (1566-1572) introdujo en la letanía lauretana el versículo Auxilio christianorum. Pío VII (1800-1823) fijó su fiesta el 24 de mayo. Pero fue san Juan Bosco, fundador de los salesianos, quien dio el respaldo definitivo a esta advocación mariana, haciéndola patrona del Instituto Salesiano, propagando su devoción desde su sede central en Turín y difundiéndola intensamente desde los numerosos centros educativos inaugurados y regidos por esta Congregación.

    Los salesianos se extendieron pronto por Andalucía: llegaron a Sevilla en 1892, estableciéndose en el antiguo Convento de la Trinidad y creándose en seguida la Asociación de María Auxiliadora, que más tarde se convirtió en Archicofradía, y cuya imagen titular fue coronada canónicamente en 1954 por el cardenal Segura. En Cádiz se instalaron en los primeros años del siglo XX y contaron con el patrocinio de la rica y piadosa señora Ana de Viya, que financió en 1904 la construcción de un colegio de la congregación en el barrio de San José, extramuros de Cádiz.

    La Asociación de los Devotos de María Auxiliadora, con sede en la Parroquia Castrense de San Francisco, de San Fernando, fue aprobada en 1922 por don Jaime Cardona Tur, Patriarca de las Indias y Vicario General Castrense. El reglamento aprobado era una traducción literal del común original italiano. La Asociación isleña fue agregada a la Archicofradía Primaria, con sede en el Santuario Basílica de María Auxiliadora de Turín, según letras del Rector Mayor de los Salesianos, Don Felipe Rinaldi, dadas en Turín el 30 de octubre del mismo año.

    El reglamento contenía un auténtico programa de vida devota. El único culto específico era una función en la solemnidad de María Auxiliadora (24 de mayo), obligación cultual que no dejó de celebrar todos los años desde su fundación. Ocasionalmente, la Asociación dispuso una procesión de alabanza con la imagen titular, como la que sabemos tuvo lugar en 1928 por las calles del centro de la ciudad.

    La devoción y el culto a María Auxiliadora se ha revitalizado en San Fernando en los últimos años. Desde finales de los años noventa, existen en la ciudad una Asociación de Antiguos Alumnos Salesianos, establecida en la Parroquia de San Francisco y con sede social en la Alameda Moreno de Guerra, así como una Asociación Parroquial de Damas de María Auxiliadora, con sede canónica en la Parroquia de San Marcos.

  6. Asociación de la Corte de San José La Asociación Josefina establecida en la Iglesia Mayor Parroquial no fue la única corporación de fieles isleños que dio culto a san José, al menos durante el reinado de Alfonso XIII. Una Asociación de la Corte de San José fue establecida formalmente en la Parroquia Castrense de San Francisco en el año 1926, aunque ya venía actuando de hecho desde dos o tres años antes. Pero no parece que sobreviviera mucho más allá de la posguerra. Ambas asociaciones no tuvieron en común más que el santo titular.

    La imagen titular debió de ser seguramente la que se veneraba en el templo castrense en altar propio desde la época del Hospicio de San Francisco. La Corte de San José fue una asociación estrictamente de cultos internos. Su finalidad era honrar de un modo especial al Glorioso Patriarca, estableciendo el «culto perpetuo». Consistía en que cada asociado visitara un día al mes, por lo menos, la imagen del santo venerada en la Parroquia Castrense, rezando diversas devociones josefinas. Los asociados se dividían en coros de señoras y caballeros, compuesto cada coro de 31 individuos. Los cultos estatutarios eran los siguientes: todos los primeros miércoles y día 19 de cada mes, una misa rezada en el altar del santo y a continuación los ejercicios propios de la visita; todos los años: el devoto ejercicio de los siete domingos de san José; funciones solemnes en la fiesta de san José (19 de marzo) y en la de su Patrocinio.

    Parece ser que no existía más cargo que el de una camarera, la cual, además de estar encargada del aseo y adorno del altar e imagen del santo y de guardar los efectos procedentes de donaciones, llevaba también las inscripciones y la lista de los asociados. Probablemente, se nutría de socios procedentes en su mayoría de las familias isleñas vinculadas profesionalmente a la Marina de Guerra, como otras establecidas en la Parroquia Castrense.

Como ya hemos indicado, la Cofradía del Cristo de la Agonía, establecida en la misma iglesia en 1921, también tuvo como patrón secundario a san José en tanto que patrono de la buena muerte, según el artículo 71 de sus estatutos.

 

2.4. Iglesia Conventual del Carmen.

La historia de las asociaciones de fieles de la iglesia conventual del Carmen ha estado presidida durante tres siglos por la Hermandad de la Virgen del Carmen. Desde 1830, se le unió la Cofradía del Santo Entierro, procedente de la Capilla de la Salud donde se había fundado. Y nada más durante muchos años. Puede observarse, por lo tanto, que todas las asociaciones de fieles establecidas en la iglesia del Carmen fueron tardías, surgidas al calor del retorno de los frailes (1922) y, sobre todo, al ardor del catolicismo nacional de la posguerra.

  1. Pía Unión de Santa Teresita del Niño Jesús. A finales del año 1940, el prior fray Calixto de San Luis Gonzaga, deseando promover el culto a santa Teresita de Lisieux (1873-1897), religiosa carmelita descalza francesa que había sido beatificada, canonizada y nombrada patrona de las misiones católicas en 1925 por el papa Pío XI, solicitó del obispado una autorización provisional para el funcionamiento de una Junta Organizadora de Cultos. Cinco años después, a solicitud del padre superior, fray Leonardo de San José, el obispo don Tomás Gutiérrez aprobó sus estatutos y la erigió canónicamente como Pía Unión de Santa Teresita del Niño Jesús. En febrero de 1948 fue solicitada su agregación a la Pía Unión de Roma, con sede en la iglesia romana de Santa Teresa de los carmelitas descalzos.

    Sus fines eran los mismos que la Pía Unión Primaria de Roma: fomentar la vida cristiana, las vocaciones religiosas y el apostolado a través de la devoción a la santa carmelita. La congregación tenía obligación de celebrar fiesta anual a santa Teresita (3 de octubre) y cultos mensuales. La primera junta era exclusivamente femenina y estaba compuesta por señoras y señoritas de lo más selecto de la alta sociedad isleña, como era usual en todas estas congregaciones, según venimos exponiendo. Una buena proporción de las componentes de la junta estaba emparentada por lazos familiares. Las asociadas pagaban una cuota mensual de 10 céntimos y se dividían, a efectos de cultos y rezos, en coros de doce socias, cada uno dirigido por una celadora.

    Debió de ser por entonces (década de 1940, todo lo más de 1930) cuando la imagen de santa Teresita del Niño Jesús fue colocada el segundo altar de la nave de la epístola, que hasta entonces, y al parecer desde la exclaustración, había sido ocupado por la imagen de San Juan de la Cruz, pero el altar era originariamente el de San José, para cuya valiosa y devota imagen se construyó a mediados del siglo XVIII.

    El culto a la santa de Lisieux, tan propagado durante la posguerra, no se limitó a la iglesia del Carmen. Una imagen suya fue cedida a la Iglesia Mayor Parroquial en los años 1940 por la familia Garrido, que le profesaba gran devoción y que costeaba suntuosos cultos en su festividad durante la posguerra con anuencia dela parroquia. La imagen fue situada sobre una repisa en uno de los pilares de la nave del evangelio y nunca tuvo hermandad. Fue retirada del culto durante las reformas del templo de los años cincuenta y sesenta; suponemos que retornó a manos de la familia propietaria.

  2. Archicofradía del Niño Jesús de Praga. La devoción al Niño Jesús de Praga se remonta a la época de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648). El emperador Fernando II (1619-1637) se preocupó de consolidar y fomentar el catolicismo en la capital de Bohemia, cuya población, oficialmente católica por la fuerza de las armas, era mayoritariamente protestante de corazón. En este sentido, los carmelitas descalzos fundaron en Praga en 1624 el Convento de Nuestra Señora de la Victoria. Cuatro años después fue donada al mismo la imagen del Niño Jesús que, según algunas tradiciones, era una efigie de origen español.

    Los carmelitas praguenses impulsaron y propagaron esta devoción como una forma más de contrarrestar los avances del protestantismo. Pronto, la imagen del Niño Jesús de Praga obró milagrosos prodigios y fue objeto de fervorosas donaciones. Réplicas más o menos similares de la imagen se entronizaron en casi todas las iglesias que la Orden del Carmelo tenía repartidas por el orbe católico. Además, los carmelitas consiguieron en 1913 el privilegio pontificio de ser los únicos en poder erigir cofradías del Milagroso Niño Jesús de Praga, aprobándose unos estatutos comunes a todas ellas.

    En San Fernando, faltando los PP. Carmelitas Descalzos de su convento desde la exclaustración de 1835, se fundó una Congregación del Niño Jesús de Praga en la capilla de la Asunción (Auditor) en 1900, como veremos. Esta asociación satisfizo y cubrió la devoción de los isleños durante cuatro décadas, hasta la fundación de otra semejante en el Convento del Carmen. Hubo también imágenes del Niño de Praga, por cierto, en la Iglesia Mayor Parroquial, obra tallada en 1901 por Vicente Tena, y en la iglesia del Santo Cristo de la Vera Cruz, de autor desconocido.

    Siendo una devoción de tan acendrada raigambre carmelita, la Archicofradía del Niño Jesús de Praga fue finalmente establecida en la iglesia conventual del Carmen en 1946. Ignoramos si se trataba de una asociación que absorbió a la erigida medio siglo antes en la capilla del Auditor, o de una creada ex novo en esta otra sede canónica pero con el mismo titular. Durante los años siguientes, la Archicofradía organizó anualmente solemnes cultos en la festividad del Dulce Nombre de Jesús (segundo domingo después de Epifanía), cultos particulares al Divino Infante, y desplegó asimismo una meritoria labor caritativa entre los críos más desfavorecidos de la feligresía.

    Los religiosos del convento isleño asignaron a esta Archicofradía la primera capilla de la nave de la epístola, que había estado dedicada a san Francisco de Asís durante dos siglos desde 1733. La joven corporación reformó en 1950-51 el retablo de esta capilla para así poder albergar su imagen titular. Tras venerar una provisional, la imagen titular fue encargada al reputado escultor sevillano Sebastián Santos Rojas, quien poco tiempo antes había restaurado la sagrada efigie de la Virgen del Carmen, patrona de la ciudad, con motivo de su coronación canónica. Santos Rojas realizó en 1953 la bella efigie lignaria del Niño Jesús de Praga que continúa venerándose en la misma capilla de la iglesia conventual, plasmando en ella la iconografía que nos lo muestra como emperador, vistiendo túnica y manto, tocado con corona imperial, con una manita en actitud de bendecir y la otra portando el orbe terráqueo (vulgo, bola del mundo). La Archicofradía del Niño de Praga mandó confeccionar también una bandera corporativa que fue bordada en 1950 por las carmelitas descalzas de Sanlúcar la Mayor (Sevilla).

    Ignoramos más datos acerca de esta pía asociación establecida en el Carmen. La última noticia que tenemos data de 1968, pero no sabemos cuándo cesó su actividad y desapareció. No obstante, actualmente hay recientes y prometedores intentos de hacer renacer esta devoción entre los isleños, de recuperarla dirigiéndola hacia los pequeños. En efecto, la imagen del Niño de Praga salió en procesión por las calles de la feligresía en 2004, creemos que por primera vez en su historia, acompañado de niños y niñas primocomulgantes, de niños pertenecientes al Colegio «Liceo Sagrado Corazón» y a las hermandades radicadas en la Parroquia del Carmen, todo ello a iniciativa del entusiasta religioso fray Ángel-Norberto Palomino. Esta candorosa procesión se ha repetido en los años siguientes.

  3. Venerable Orden Tercera de Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresa de Jesús. La Orden Tercera de Nuestra Señora del Carmen fue erigida canónicamente en el templo conventual en 1946, en un mismo acto jurídico junto con la Archicofradía del Niño de Praga. Los terciarios y terciarias carmelitas continúan hoy día felizmente activos, cumpliendo los piadosos ejercicios de su instituto y estrechamente vinculados a la tricentenaria Hermandad de la Virgen del Carmen.
  4. Congregación de San Juan de la Cruz (1954). Se trató de una asociación integrada por alumnos y ex alumnos del Liceo del «Sagrado Corazón», al modo de otras asociaciones estudiantiles establecidas en colegios religiosos de la ciudad. Fue erigida en 1954 bajo el título de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo y San Juan de la Cruz. La nueva congregación se rigió por las normas comunes a este tipo de establecimientos y por las de la Prima Primaria sita en el Colegio Romano de los PP. Carmelitas. Se autorizó asimismo la agregación a esa congregación matriz. Durante los años 1960 dejó de tener existencia activa.

2.5. Iglesia del Santo Cristo de la Vera-Cruz.

Desde finales del siglo XVIII, la capilla del Santo Cristo fue sede de la Cofradía de la Vera Cruz (1784), de la Hermandad de la Virgen de las Mercedes (1794), y , muy fugazmente, de una Santa Escuela de Cristo para señoras. Durante la mayor parte del siglo XIX no hubo en ella asociación de fieles alguna, a tenor de nuestros datos, pues la cofradía estuvo inactiva y la hermandad mariana se trasladó al primer templo parroquial. La capilla fue elevada a la categoría de iglesia auxiliar en 1881.

  1. Asociación del Rosario Perpetuo. Esta asociación se fundó en 1884, unos años después de que la capilla fuera elevada al rango de iglesia coadjutora, y casi una década antes de que se reorganizara la Cofradía de la Vera Cruz. Según otras fuentes, fue aprobada por la autoridad episcopal en 1895. Su fin y objeto era honrar a la Virgen María rezando todas las horas del día y de la noche el santo rosario. La Asociación no tenía más propiedad, según declaró en 1919, que una imagen de la Virgen del Rosario, suponemos que pequeña, de vestir, la cual presidía una procesión claustral todos los primeros domingos de cada mes. A principios del siglo XX, la Asociación del Rosario Perpetuo se trasladó a la Iglesia Mayor Parroquial, pues ya consta que en 1919 tenía su sede canónica en este templo. En algún momento determinado, se confundió o asimiló con la antigua Hermandad de Nuestra Señora del Rosario.
  2. Hermandad de Santa Lucía. Santa Lucía, virgen siciliana martirizada en Siracusa a principios del siglo IV, durante la persecución del emperador Diocleciano, y patrona de los invidentes, tuvo una importante hermandad en Cádiz durante los siglos XVII-XVIII que radicaba en el Convento de la Candelaria de religiosas agustinas. Al demolerse este monasterio femenino a mediados del XIX, la imagen de la santa pasó a venerarse a la iglesia de San Agustín.

La santa se veneró también en los templos de San Fernando desde la segunda mitad del XIX. Una imagen de talla de ella, de autor anónimo, ya existía en la capilla del Santo Cristo de la Vera Cruz desde finales del siglo XIX. La imagen era de talla completa y de autor anónimo. En 1879 se veneraba en un camarín situado a los pies de la iglesia. Veinte años después había sido cambiada de ubicación, encontrándose en una repisa situada sobre la puerta izquierda del presbiterio que comunicaba con la sacristía. Ahí permaneció en los años posteriores.

Finalizada la Guerra Civil, se le formó una hermandad o congregación que, al parecer, fue aprobada a fines del año 1939. No fue una fundación aislada o arbitraria, sino que se enmarcó en el neogremialismo profesional fomentado por el régimen político del 18 de julio. Tampoco careció de antecedentes asociativos: en Sevilla, por ejemplo, habíase fundado una Hermandad de Santa Lucía en 1930, en la parroquia de Santa Catalina, con la meritoria imagen que fue titular de la vecina parroquia de Santa Lucía que había sido demolida en la segunda mitad del XIX.

La Hermandad de Santa Lucía estuvo operativa durante los años 1940. Celebraba una función anual en honor de su titular con motivo de su festividad litúrgica (diciembre), a la que invitaba a otras hermandades y cofradías isleñas, particularmente sus vecinas de la Vera Cruz y de Jesús de los Afligidos. A partir de 1950 vino el decaimiento y la extinción de hecho. Tal vez desembocó en alguna asociación civil de invidentes. La imagen titular, por cierto, también desapareció de la capilla del Santo Cristo y hoy día se ignora su paradero.

 

2.6. Iglesia de la Divina Pastora.

Durante un siglo y medio, la capilla de la Divina Pastora no albergó más asociación de fieles que la hermandad de la titular. La Cofradía del Señor de la Columna quiso trasladarse a ella en 1897, a los cuatro años de haber sido fundada, pero este deseo no se materializó. Hasta 1943 no se fundó otra corporación religiosa en esta iglesia: la Cofradía de la Oración en el Huerto. La erección de la Parroquia de la Divina Pastora en 1944 y la toma de posesión de su primer párroco diez años después fueron finalmente los acicates que estimularon y favorecieron nuevas fundaciones: dos cofradías de penitencia más (Ecce Homo y Jesús de la Misericordia) y las dos asociaciones siguientes.

  1. Asociación de los Jueves Eucarísticos. Una asociación de culto sacramental que fue erigida en 1955 y que, a juzgar por los nimios datos que hemos recabado, tuvo una vida no muy prolongada.
  2. Hermandad Profesional de los Santos Cosme y Damián. La legislación socio-laboral de la posguerra fomentó las asociaciones profesionales bajo el patronazgo de una advocación religiosa, al estilo de los antiguos gremios. En la década de 1950, se gestó en San Fernando la fundación de una hermandad bajo la advocación de los santos Cosme y Damián a iniciativa de médicos, odontólogos, farmacéuticos y practicantes vecinos de la ciudad. La llegada a la parroquia de la Divina Pastora de su primer titular, don José Arenas, también favoreció indudablemente su constitución. En cualquier caso, la Hermandad Profesional de San Cosme y San Damián fue erigida en la nueva Parroquia de la Pastora en 1955 por decreto del obispo don Tomás Gutiérrez, aprobándose en dicho decreto sus estatutos.

Sus objetivos fundamentales eran: 1) honrar y rendir culto a sus santos patronos Cosme y Damián, 2) procurar el mejoramiento moral y cultural de los hermanos, 3) fomentar el espíritu religioso y de fraternidad cristiana entre los hermanos y entre las clases de médicos y farmacéuticos de la ciudad, y 4) realizar ejercicios de caridad cristiana y beneficencia con los necesitados, especialmente con los enfermos llamados vergonzantes.

Para ingresar en la hermandad era necesario ser licenciado o doctor en Medicina o Farmacia, aparte de los requisitos comunes exigidos por el derecho canónico para todas las hermandades. La hermandad se regía por una junta de gobierno compuesta de hermano mayor, consiliario eclesiástico (similar a director espiritual), cuatro consiliarios seglares, secretario, tesorero y mayordomo de altar, con las competencias habituales en estos cargos.

La finalidad de culto se concretaba en una misa anual en honor de los santos titulares en su festividad del 27 de septiembre o en el domingo más próximo a esa fecha. La Hermandad la celebró con regularidad, al menos hasta principios d elos años 1970. Los estatutos disponían asimismo la celebración en noviembre de una misa de réquiem genérica por todos los difuntos de la Hermandad, así como una misa rezada concreta en sufragio por el alma de cada hermano que fallecía. Este calendario de cultos fue ampliado posteriormente con la adición de misas en las conmemoraciones de santa Apolonia (en febrero) y de Nuestra Señora de la Salud (en septiembre), puesto que ambas llegaron a ser consideradas co-patronas de esta hermandad profesional. Igualmente la Virgen del Perpetuo Socorro, patrona de los médicos españoles desde 1941, fue venerada en su festividad por esta asociación.

En cuanto al objetivo de mejoramiento moral y cultural de los hermanos, tenemos constancia que la hermandad organizó desde sus inicios conferencias formativas, normalmente de índole moral y deontológica, o bien alusivas a temas científicos relacionados con la profesión de sus componentes. La mayoría tenía lugar en el salón de actos parroquial de la Divina Pastora.

Por lo que respecta al objetivo de caridad y beneficencia, la hermandad se comprometía reglamentariamente a visitar «a los hermanos enfermos o afligidos por alguna tribulación o desgracia». Los hermanos debían acompañar al Santo Viático cuando se le administraba a un hermano y asistir al sepelio de los hermanos difuntos. La corporación se responsabilizaba de atender a los necesitados que por circunstancias especiales quedaban fuera de la órbita benéfica de instituciones públicas y privados, especialmente los denominados enfermos vergonzantes.

A partir del año 1968 no hemos hallado, por el momento, más menciones a las actividades cultuales y formativas de esta hermandad. Por razones diversas que no vienen al caso, el dinamismo inicial de la hermandad debió irse amortiguando. Finalmente, la junta de gobierno acordó dar por extinguida la Hermandad en noviembre de 1976.

Las imágenes de los santos titulares, de pasta de madera y de tamaño pequeño, fueron adquiridas en 1956 y recibieron culto durante casi veinte años. Sin embargo, años después de que la hermandad profesional cesara sus actividades, estas imágenes fueron entregadas a la Cofradía de Jesús de la Misericordia (que quiso en su momento ser gremial de sanidad), la cual, una vez restauradas, las guardó y todavía custodia en su casa de hermandad.

 

2.7. Iglesia de San Antonio.

La iglesia de San Antonio, pequeña joya de la arquitectura neoclásica isleña, fue edificada en la calle Vicario según los planos dejados por Torcuato Cayón, célebre arquitecto gaditano. La céntrica iglesia formó parte de la historia religiosa isleña y del patrimonio local durante un siglo y medio. Fue cerrada al culto en la posguerra y demolida en los años 1970.

Hasta la segunda mitad del Ochocientos parece que sólo radicó en esta iglesia la Congregación de la Virgen del Pilar, de la que ya hemos tratado anteriormente. Hubo un intento de fundar aquí en 1805 una Congregación de Individuos Esclavos del Santísimo Sacramento, según las reglas observadas en el oratorio público del Caballero de Gracia, en Madrid, pero las autoridades eclesiásticas gaditanas se opusieron a esta fundación, que no se efectuó. A finales del siglo XIX fue cuando se establecieron dos nuevas asociaciones de fieles en San Antonio.

  1. Congregación o Pía Unión de San Antonio de Padua. San Antonio de Padua o de Lisboa (1195-1231), el más popular de los santos franciscanos después del propio san Francisco de Asís, gozó de un culto extendidísimo entre los fieles católicos a lo largo de la historia, sobre todo a partir de la Contrarreforma Católica, debido a su fama de milagroso taumaturgo, sobreabundando sus imágenes que lo representaban como fraile joven, imberbe y con el Niño Jesús en brazos. La Real Isla de León tampoco fue en esto una excepción, como lo prueban las numerosas calles tituladas desde antiguo con el nombre del santo, la presencia de sus imágenes en casi todos los templos de la localidad (en algunos de ellos con altar propio, como las iglesias del Carmen y del Arsenal) y, sobre todo, la céntrica iglesia que se le dedicó en 1787 a iniciativa del matrimonio Cayón Santamand.

    Acaso existió una congregación para dar culto al santo taumaturgo desde el principio de la andadura histórica del templo del que era titular. No es ilógico suponerlo. Pero las fuentes consultadas nada revelan al respecto.

    La Congregación de San Antonio de Padua fue fundada en la iglesia del mismo título en 1886 a iniciativa del capellán del templo, don Laureano Pandelo Rodríguez. Su historia abarca unos setenta años en el transcurso de los cuales sólo conoció dos alteraciones destacables: 1) la transformación jurídica en Pía Unión de San Antonio, como adaptación a la regulación sobre asociaciones de fieles contenida en el nuevo Código de Derecho Canónico promulgado en 1917; 2) el traslado de sede, desde la iglesia fundacional, cerrada hacia 1940, al vecino Convento de las MM. Capuchinas, donde subsistió un par de décadas más.

    La única finalidad de la Congregación era promover la devoción y el culto al milagroso santo portugués y tenerle como modelo de vida cristiana. Los cultos principales consistían en una novena anual que culminaba con una solemnísima función principal con panegírico el día de la festividad (13 de junio). Los congregantes organizaban también cultos mensuales. Las primeras juntas de gobierno dan idea del carácter predominantemente eclesiástico que tuvo esta Congregación, al menos en sus inicios.

    La imagen de San Antonio de Padua a la que daba culto la Congregación era la propia titular del templo, una talla realizada en 1787 por escultor gaditano-genovés Juan Gandulfo, según está bien documentado. La imagen también acabó siendo depositada en la iglesia de las Capuchinas cuando se cerró el templo de San Antonio en la posguerra, venerándose durante muchos años en el cuerpo superior del retablo mayor de la iglesia conventual. Finalmente, las religiosas la cedieron a los PP. Capuchinos de Sanlúcar de Barrameda, en cuya iglesia puede contemplarse hoy día.

  2. Orden Tercera de San Francisco. Fundada en 1894, fue heredera, en cierto modo, de la antiquísima que se fundó en la Parroquia del Castillo en 1739 y que luego se trasladó a la iglesia del Hospicio de San Francisco, teniendo su mismo objeto y calendario de cultos.

    La Orden Tercera Franciscana de la iglesia de San Antonio estuvo activa durante toda la primera mitad del siglo XX. Al clausurarse el templo en los años cuarenta, los terciarios franciscanos se establecieron en el vecino Monasterio de las MM. Capuchinas, donde subsistieron en las décadas siguientes. Todavía en los años 1970, la Orden Tercera pasó a celebrar sus reuniones en la Iglesia Mayor Parroquial, y allí quiso reformar sus estructuras e insuflarles un nuevo estilo, de acuerdo con el espíritu del Concilio Vaticano II. Pero poco después cesó toda actividad.

2.8. Iglesia de Ntra. Sra. de la Asunción (Auditor)

Desde finales del siglo XVIII y durante la primera mitad del siglo XIX, fue una capilla privada sita en la casa principal de la familia Fernández de Landa y Vila, descendientes de don José de Vila y Cea, auditor de Marina, propietario de varias fincas en esa zona de la ciudad situada a espaldas del Ayuntamiento. Fue restaurada y destinada a capilla pública en 1866, bajo el título de la Asunción de Nuestra Señora, por la generosa decisión de las Srtas. Ana y Catalina Fernández de Landa. A fines de la centuria decimonona fue sede provisional de algunas órdenes religiosas que buscaban restablecer sus conventos (franciscanos, dominicos, agustinos). Finalmente fue sede estable de una residencia de PP. Claretianos Misioneros del Corazón de María durante cuarenta años (1909-1949), hasta que el templo fue clausurado debido a la marcha de los religiosos y luego demolido.

Durante su historia central, la capilla del Auditor (como se la conocía popularmente) fue sede de varias congregaciones que dieron una floreciente vida religiosa a este céntrico y recoleto templo isleño. Curiosamente, la propia titular de la iglesia, Nuestra Señora de la Asunción, nunca tuvo hermandad propia. Sin detenernos en algunas muy minoritarias, como la Archicofradía de la Hora Santa (1903) o la Pía Asociación del Vía Crucis Perpetuo (1901), las más sobresalientes y duraderas fueron las que siguen.

  1. Archicofradía de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y de San Alfonso María de Ligorio. Desde mediados del siglo XV se honraba y veneraba en la isla de Creta (Grecia) un sagrado icono de la Madre de Dios que se había hecho célebre por sus milagros. Huyendo del avance de los turcos, que habían tomado Constantinopla en 1453, un piadoso comerciante cretense se embarcó rumbo a occidente llevando consigo el milagroso icono para salvarlo de las profanaciones y exponerlo al culto en otra parte. Este milagroso icono greco-bizantino fue venerado durante tres siglos, bajo la advocación de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, en la iglesia de San Mateo de Roma que regentaban los PP. Agustinos, donde siguió prodigando sus milagrosos favores. Tras sufrir diversos incidentes, la imagen fue confiada por el papa Pío IX a los religiosos redentoristas, cuya congregación había sido fundada en 1732 por san Alfonso María de Ligorio.

    Desde el año 1866, la imagen se venera en la iglesia romana de San Alfonso, en el Esquilino. En 1867 fue coronada solemnemente y en 1871 se fundó en Roma la Archicofradía de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y de San Alfonso María Ligorio. El mismo Pío IX y sus sucesores se inscribieron en la misma y la enriquecieron con numerosas indulgencias plenarias y parciales. Los religiosos redentoristas propagaron por todas partes de un modo prodigioso el culto a esta advocación mariana, mediante imitaciones o facsímiles más o menos fieles del devotísimo icono.

    Esta milagrosa devoción llegó a San Fernando a finales del siglo XIX, colocándose por entonces diversos cuadros con la imagen de la Virgen del Perpetuo Socorro en los templos de la ciudad. Finalmente, la Real Archicofradía de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y san Alfonso María de Ligorio fue establecida en 1899 en la capilla de la Asunción o del Auditor, a iniciativa de su devoto e infatigable capellán don Pedro González Ballesteros.

    Tras las solicitudes oportunas, el obispo la erigió canónicamente y concedió licencia para agregarla a la prima primaria de Roma, lo que se llevó a cabo. La nueva corporación isleña celebró sus primeros cultos en junio del indicado año, con un solemnísimo triduo en la capilla del Auditor. En ese mismo año, o ya a principios de 1900, se construyó a un lado del presbiterio un suntuoso altar para la imagen de la Virgen del Perpetuo Socorro, a la que se añadiría otro cuadro representando a san Alfonso María de Ligorio.

    El fin de la Archicofradía era honrar y propagar esta devoción mariana, contando con el patrocinio de san Alfonso María de Ligorio, segundo titular de la misma. La Archicofradía celebraba cultos solemnes anuales en las festividades de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro (tercer domingo de junio) y de san Alfonso (2 de agosto). Igualmente organizaba cultos mensuales regulares el tercer domingo de cada mes. Los archicofrades debían realizar además una serie de prácticas piadosas, unas obligadas y otras recomendadas. El gobierno de la archicofradía recaía en una junta directiva compuesta de director espiritual, presidenta, secretaria, tesorera, camarera de la Virgen y tres consiliarias. El nombre de los cargos en género femenino indica con claridad que, estatutariamente, la junta directiva de la archicofradía estaba compuesta exclusivamente por señoras.

    La devoción caló muy hondo desde sus inicios en la sociedad isleña, inscribiéndose numerosos archicofrades y contando con generosos benefactores. No tenemos datos de que se vinculara de algún modo con la sanidad local. Por Real Orden de 22 de julio de 1926, la Virgen del Perpetuo Socorro había sido nombrada patrona del cuerpo y tropas de Sanidad Militar. Asimismo, el Consejo General de Colegios Médicos de España nombró en 1941 a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro patrona de los médicos españoles.

    Así se mantuvo por espacio de medio siglo, hasta la clausura en 1949 de la residencia isleña de los PP. Claretianos que regían la capilla del Auditor desde principios de siglo y el posterior e inevitable cierre de este céntrico templo. La Archicofradía parece ser que pasó entonces a la Parroquia de San Francisco. Todavía a principios de la década de 1960 celebraba allí sus cultos, aunque ignoramos si los tributaba al icono que se veneró en altar propio en la Capilla de la Asunción o al ya preexistente en la Parroquia Castrense.

  2. Congregación o Archicofradía del Niño Jesús de Praga. Fue fundada y aprobada en 1900, rigiéndose por los estatutos de la ya establecida en Cádiz y teniendo por objeto la propagación de la devoción y el culto a tan milagrosa advocación. A pesar de existir una iglesia exconventual del Carmen, la ciudad de San Fernando no había contado hasta entonces con una asociación de fieles que tuviera por titular a esta devoción de origen carmelita.

    Los solemnes cultos principales tenían lugar en la festividad del Dulce Nombre de Jesús. Los archicofrades debían recibir los sacramentos en la función principal de la asociación, rezar diariamente con intención de reparar las ofensas hechas al divino nombre, asistir a las funciones de la congregación y practicar otros ejercicios piadosos. La asociación mostraba predilección por los niños: los pequeños se consagraban al Niño Jesús y se ponían bajo su protección.

    La asociación parece que veneró dos imágenes titulares: una, existente sin duda desde la fundación en 1900; otra, bendecida en 1928. Desconocemos autores y detalles artísticos de ambas.

    Esta congregación decayó durante la posguerra y, sobre todo, desde el cierre de la Capilla del Auditor en 1949. Puede considerarse como un antecedente de la fundada en 1946 en la iglesia conventual del Carmen, anteriormente reseñada.

  3. Archicofradía del Inmaculado Corazón de María. Los PP. Claretianos, apóstoles infatigables de esta devoción que tenían por patrona y protectora, obtuvieron en 1860 de Pío IX la facultad de erigir asociaciones o cofradías del Inmaculado Corazón de María, facultad que fue ratificada e 1909 por Pío X. Así pués, los referidos religiosos las fundaron en las ciudades y misiones a las que extendieron su actividad apostólica, entre ellas la ciudad de San Fernando. Las apariciones de Fátima (1917) también contribuyeron mucho a popularizar esta advocación mariana.

    La Archicofradía del Inmaculado Corazón de María fue establecida en la capilla del Auditor en 1925, siendo superior el P. Gorgonio García. Los cultos estatutarios consistían en una misa todos los sábados, un ejercicio vespertino un domingo al mes, y una solemne novena anual con ocasión de la fiesta del Corazón de María, a cuyo final se celebraba solemne besamanos «desfilando los fieles todos los fieles ante el altar del Inmaculado Corazón de María y depositando un ósculo en el relicario que pendía del Sagrado Corazón». La imagen titular salió en procesión anual en los últimos años de la década de 1920 y durante la posguerra, incluso en los años 1950, recorriendo normalmente la llamada «carrera del Corpus Christi».

    La Archicofradía adquirió su imagen titular en 1926. Los devotos isleños la hicieron objeto de preciosas donaciones. Para ella se mandó construir el nuevo altar mayor de la Capilla del Auditor, labrado con ricas maderas de Guinea. Los padres claretianos le dieron tal impulso, que los fieles llegaron a identificar la imagen del Corazón de María como la titular del templo. La asociación poseía su estandarte corporativo, probablemente con el símbolo del Corazón de María, según figuraba en los escapularios que los claretianos tenían facultad de imponer: un corazón con los símbolos de llamas, azucenas y espada, que representan el amor, la pureza y el dolor del Corazón de María.

    La partida en 1949 de los misioneros claretianos que residían en la Capilla de la Asunción perjudicó a la Archicofradía isleña. No obstante, fue la única asociación que permaneció en la Capilla del Auditor tras la marcha de la comunidad religiosa, aun siendo la última fundada en esa iglesia. Coincidencias de la historia: el mismo año (1949) que se cerraba la capilla del Auditor en San Fernando se fundaba la Archicofradía del Inmaculado Corazón de María en la iglesia de los claretianos de Sevilla. Hoy es una pujante institución unida a la sacramental de la parroquia y a la hermandad de penitencia establecida en la misma: la del Santo Cristo de la Misión.

    Finalmente la imagen titular fue trasladada a la Parroquia de San Francisco, a cuya jurisdicción pertenecía la Capilla del Auditor. Allí estuvo colocada en una repisa lateral del presbiterio. Ignoramos si pasó luego a otros templos isleños, aunque se ha dicho que estuvo también en el Hospital de San José y en el Colegio de los Hermanos de La Salle. Por último, la imagen del Inmaculado Corazón de María fue trasladada a la joven Parroquia de San José Artesano en los años setenta, parroquia que quiso ser heredera de la Capilla del Auditor y donde hoy día se venera.

2.9. En otros templos isleños.

  1. Congregación de las Hijas de María. Fue fundada en el Asilo-Colegio de las HH. Carmelitas de la Caridad (c/ Colón) en 1895 y aprobada al año siguiente por la autoridad episcopal. Su fin y objeto era fomentar el culto a la Stma. Virgen, particularmente en el misterio de su Concepción Inmaculada. La asociación sirvió también como forma de agrupar a las ex alumnas del colegio que regentaban las religiosas, de modo semejante a la anterior.
  2. Asociación de la Veneración Perpetua al Purísimo e Inmaculado Corazón de María. Esta asociación es la única antigua hermandad que tuvo sede en el Hospital de San José de la que tenemos referencia. Fue fundada y aprobada en 1896, tal vez al amparo de las HH. Carmelitas de la Caridad que se habían hecho cargo del Hospital-Asilo, siguiendo el modelo de la archicofradía fundada en la parroquia de Nuestra Señora de las Victorias, de París, en 1836. Tal vez por ello usó a veces el título de archicofradía. Su finalidad era honrar a la Stma. Virgen y propagar la devoción a su Sagrado Corazón. Floreció en la primera década del siglo XX, celebrando regularmente sus cultos en la capilla de dicho establecimiento benéfico-sanitario. En la década de 1920 cesó su actividad, o bien se trasladó a la capilla del Auditor, donde los PP. Claretianos fundaron en 1925 la Archicofradía del Inmaculado Corazón de María, patrona de su congregación.
  3. Esclavitud de la Santísima Virgen del Rosario. Fundada en el Convento de las MM. Capuchinas. Fue aprobada por la autoridad episcopal en 1898 y tuvo vida durante el primer cuarto del siglo XX. Su objeto era fomentar la devoción al santo rosario, por lo que daba culto a la titular del templo conventual y llegó a tener estrechos vínculos con la antigua Hermandad de Nuestra Señora del Rosario de la Iglesia Mayor Parroquial.
  4. Cofradía del Cristo de la Humildad y Paciencia y Nuestra Señora de los Afligidos. Fundada en 1902 y que se estableció a finales de 1903 en la planta baja del Hospital con entrada por la calle Tomás del Valle, fue una singular sociedad benéfica de corte obrero y objetivos sociales docentes, de vida muy corta. De ella ya hemos tratado por extenso en otras publicaciones, a las que remitimos.
  5. Congregación de Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Jesús. Fundada en el Colegio-Convento de la Compañía de María a principios del siglo XX (desconocemos la fecha exacta). Formada e integrada por alumnas y ex alumnas. La imagen titular todavía recibe hoy día culto anual.
  6. Congregación de la Virgen de Lourdes. Fundada en el Colegio de las HH. Carmelitas en 1917, al socaire de la popularísima devoción francesa surgida a mediados del XIX, que por entonces se expandía por España.
  7. Congregación de la Inmaculada y San Juan Bautista de La Salle. Fue creada en el Colegio lasaliano en 1919, siguiendo el modelo de la congregación homónima que había sido fundada en Palencia en 1901. También agrupaba a alumnos y exalumnos del colegio.

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