Fernando Mósig Pérez, 2007.
3.1. Cristo de la Salud.
El Santísimo Cristo de la Salud es sin duda la joya artística del patrimonio escultórico del templo carmelitano y una de las obras maestras indiscutibles de la escultura genovesa en Cádiz». La autoría de esta devota imagen, aunque no documentada, ha sido atribuida desde 1988 al genial escultor genovés Antón María Maragliano (1664-1739) por la profesora Fausta Franchini-Guelfi, especialista en la materia.
La maravillosa imagen llegó al Convento del Carmen siendo prior fray Antonio de la Encarnación (1733-1736). Al poco tiempo, fue situada en un retablo de la nueva iglesia conventual labrado durante el priorato de fray Juan de la Virgen (1736-1739). Parece ser que en principio su título real era el de «Cristo de la Expiración», pero acaso los fieles comenzaron a denominarle «de la Salud» por haber ido adquiriendo fama de milagroso sanador, porque daba la salud, permaneciendo definitivamente con esta advocación popular. Conviene aclarar que esta denominación de ningún modo le viene por la falsa creencia de que se hubiera venerado en la extinta capilla de Nuestra Señora de la Salud (1788-1840), como se ha creído y hemos visto publicado no pocas veces. La imagen fue conocida también por otros títulos: Monfort se refirió ella en 1895 como «el gran Crucifijo de la Buena Muerte».
El Santísimo Cristo de la Salud fue bien pronto objeto de la devoción de los fieles, manifestada tanto en donaciones para su culto como en los deseos que expresaron varios devotos de ser sepultados a sus plantas, en la bóveda de su capilla. Esta, por cierto, nunca tuvo propietario ni patrono, a diferencia de las otras capillas de esa nave de la iglesia carmelita. Del mismo modo, a los efectos que nos interesan, el Santo Cristo de la Salud jamás tuvo una hermandad o cofradía durante más de doscientos años, aunque aglutinara el fervor de los fieles.
Un grupo de vecinos de San Fernando trató de crear en 1940 una Hermandad del Santísimo Cristo de la Salud, teniendo como modelo la Cofradía del Silencio de Cádiz. Pero, por lo que parece, la idea no cristalizó aún.
Por fin, una Junta Pro Cultos llegó a constituírse en 1943 como mera asociación de devotos, con la autorización y consentimiento de la comunidad de religiosos carmelitas descalzos, aunque ignoramos si también con la aprobación del obispado. El fin primordial de esta Junta Pro Cultos era la organización de una solemne función el 4º domingo de cuaresma seguida de un quinario dedicados al Santo Cristo. Esta ceremonia litúrgica se celebró regularmente a lo largo de la citada década y primeros años de la siguiente, revistiendo siempre mucha brillantez y concurrencia. El Cristo de la Salud era trasladado solemnemente desde su capilla a un altar portátil que se colocaba en el presbiterio bajo un amplio dosel de raso que ocultaba el retablo mayor del templo. También era expuesto en solemne y devoto besapies el día de su festividad, aunque desconocemos con qué regularidad.
Dicha Junta Pro Culto acordó en 1947 cesar en sus funciones como tal y constituirse en Esclavitud del Santísimo Cristo de la Salud, pasando los fondos de la junta a la nueva asociación. Esta constitución fue una decisión interna provisional, en tanto no se solicitaba y recibía la preceptiva aprobación de la autoridad eclesiástica. Sin embargo, este acuerdo no pasó de ser un deseo de facto, pues oficialmente la corporación siguió teniendo la categoría jurídica de Junta Pro Culto, aunque ella misma usara el título de Esclavitud.
En 1954 volvieron a reanudarse las gestiones para que la Junta Pro Culto se constituyera en hermandad formal, pues aunque la asociación usaba el título de Esclavitud, no había sido erigida canónicamente. A este efecto, se llegaron a redactar ese año unas reglas de la «Hermandad de Indignos Esclavos de Cristo Crucificado en su consoladora advocación de la Salud» que, no obstante, nunca fueron aprobadas por el obispado. Concluida la Semana Santa de 1956, la directiva de la Esclavitud del Santísimo Cristo de la Salud acordó solicitar su constitución formal a la autoridad eclesiástica. Por primera vez, la asociación pidió abierta y resueltamente autorización para exponer el Cristo a la veneración pública cada Martes Santo, en una salida procesional que se caracterizaría por su penitencia rigurosa. La salida se llegó a anunciar por la prensa local en la primavera y el verano de 1956, dándose por segura para la Semana Santa de 1957.
No obstanbte, la autoriudad episcopal decretó no procedía la solicitud de la Junta Pro Culto, aunque sin aclarar si lo que no se permitía era la erección canónica, la procesión, o ambas cosas. No obstante, la asociación continuó su actividad cultual, pero ya en estado de franca decadencia, hasta los primeros años de la década de 1960, en que se extinguió de hecho.
Un nuevo intento de fundar una hermandad estable en torno a este Crucificado extraordinario tuvo lugar a principios de la década de 1970. Un grupo de jóvenes se congregó con la finalidad de darle culto y formarle una hermandad. La imagen de la Virgen de los Dolores, venerada en la capilla contigua, iba a ser cotitular. El grupo llegó a editar una especie de patente o título de hermano con una fotografía impresa del Santísimo Cristo. Pero finalmente no llegó a formalizarse. Estamos muy mal informados sobre este intento.
La última vez que, según nuestros datos, se le quiso formar una hermandad estable a la imagen del Cristo de la Salud fue en los años 1980-81. No pasó de ser una espontánea agrupación de devotos, muchos de ellos alumnos del colegio «Liceo Sagrado Corazón» regentado por los padres carmelitas, que no fue sancionada formalmente. Los promotores, en buena parte, acabarían fundando la Hermandad del Rosario Doloroso de la parroquia de San José Artesano, a la que insuflaron el carácter sobrio y penitencial heredado de la Esclavitud del crucificado carmelitano.
Concluimos añadiendo que la imagen del Santísimo Cristo ha presidido algunos cultos cuaresmales en la iglesia del Carmen durante los últimos años. Anualmente, un vía crucis cuaresmal por el interior de las naves del templo, incluso a veces por el claustro conventual, como acto penitencial organizado por la parroquia y comunidad religiosa, contando con la participación de las hermandades en ella radicadas. En alguna ocasión, la imagen fue trasladada al altar mayor para presidir los cultos cuaresmales.
3.2. Jesús Cautivo.
Una Junta Pro Cultos de Nuestro Padre Jesús Nazareno Cautivo y Rescatado fue establecida en San Francisco en 1943 y aprobada como tal por el obispado. Su finalidad era dar culto interno y externo a la imagen de Jesús de Medinaceli que se veneraba desde 1927 en la Parroquia Castrense, donada por la Sra. Viuda de Lora Ristori. Se ideó con estilo de cofradía de penitencia tradicional y con naturaleza de hermandad casi filial de la popular Esclavitud de Jesús de Medinaceli sita en la iglesia de los Capuchinos de Madrid.
No obstante, tras unos prometedores meses de vida activa, la Junta Pro Cultos fue disuelta por la autoridad eclesiástica debido a varias razones, entre ellas sus desaprobados intentos de trasladarse de sede a la iglesia conventual del Carmen y de mandar tallar una nueva imagen titular.
Esta cofradía nonata fue antecedente directo de la Esclavitud de Jesús de Medinaceli que se fundaría en la Iglesia Mayor Parroquial en 1945. Sobre esta Junta Pro Cultos ya hemos publicado bastantes datos en otro lugar, a los que remitimos.
Otra asociación titulada Cofradía de Nuestro Padre Jesús Cautivo y Nuestra Señora de la Esperanza se intentó fundar en la Capilla del Auditor en 1944. Muy poco sabemos de ella. Parece que todo se limitó a un proyecto sin base real. En cualquier caso, los promotores llegaron a redactar unas constituciones en ese año y a presentarlas a la autoridad episcopal para su aprobación. Por ellas percibimos que esta hermandad quiso aunar en curioso y provechoso maridaje una cofradía de penitencia y una asociación mutualista obrera, pues pretendía ser gremial «de los productores» (es decir, de los obreros).
Una heredera inconsciente, sin duda, de la Cofradía del Señor de la Humildad que se fundó a principios del siglo XX. Y un ensayo singular que no tuvo trascendencia real. Igualmente hemos publicado más datos sobre ella en otro lugar, a los que remitimos.
3.3. Entrada en Jerusalén.
El jubiloso pasaje evangélico de la Entrada de Jesús en Jerusalén, de secular tradición en la Semana Santa de capitales como Sevilla o Málaga, fue desconocido en la mayoría de las ciudades andaluzas con acervo cofrade, hasta que germinó prolíficamente en las fundaciones de la posguerra. La cofradía hispalense data de los primeros años del siglo XVII, y en 1618 se fusionó con la más antigua del Amor de Cristo, tal como siguen en la actualidad; en Triana hubo otra Hermandad de la Entrada en Jerusalén que fue aprobada en el año 1666. La de Málaga se fundó en el tránsito del siglo XVII al XVIII, pero según otas fuentes fue creada en 1772. Las demás, son tardías. La de Cádiz, por ejemplo, fue erigida canónicamente ya en 1943; la de Córdoba, fundada en 1944 y erigida canónicamente en 1963; la de Huelva, se fundó en 1945; la de Jerez, en 1949, etc.
Por lo que respecta a San Fernando, ya en 1948 hubo un intento frustrado de fundar una cofradía de niños de la Entrada en Jerusalén. Un grupo de nueve jóvenes, la mayoría de ellos miembros de Acción Católica, encabezados por los señores Francisco Nieto Castañeda y Mariano Béjar, empleados de Marina, cooperadores de la parroquia y cofrades (el primero fue promotor de varias cofradías isleñas, singularmente la de Jesús de Medinaceli), solicitó a principios de ese año licencia para fundar una Cofradía Infantil de Nuestro Padre Jesús en su Entrada en Jerusalén.
La fundación se pretendía hacer al estilo de las creadas por entonces en otras localidades de la diócesis como Puerto Real y Tarifa (ambas con una iconografía muy característica, seriada, de los talleres de Olot), es decir un paso de misterio acompañado por niños portando palmas y olivos. La finalidad era fomentar la piedad entre los niños con esta procesión atrayente e ilusionante, apartándolos de distracciones nocivas, y aumentar así el número de aspirantes a ingresar en la rama parroquial de Acción Católica. El obispo, don Tomás Gutiérrez, decretó el 7 de febrero de 1948 que autorizaba la constitución de la junta organizadora de esta cofradía infantil, la cual debía formar y redactar unos estatutos y presentarlos, para que el obispado resolviera lo que procediese.
Animados por este inicial apoyo de la autoridad eclesiástica, los promotores organizaron una junta de gobierno y hasta mandaron hacer las imágenes del pasaje evangélico al que anhelaban dar culto. La prensa local llegó a anunciar que la cofradía estaba siendo formada por jóvenes de la población e incluso que las imágenes ya habían sido encargadas. La procesión iba a salir el Domingo de Ramos de ese mismo año desde la Iglesia Mayor a las cuatro de la tarde, los hermanos vestirían de calle portando palmas y olivos, recorrería el itinerario siguiente: Real, Alameda, General Valdés, Las Cortes, Muñoz Torrero, Calvo Sotelo, Colón, Escaño, Avenida de la Marina y plaza de la Iglesia. Pero la procesión tuvo que suspenderse porque, al parecer, las imágenes no llegaron a tiempo.
La autoridad eclesiástica, además, se desentendió de este proyecto, a pesar de la insistencia de sus organizadores en promoverlo. Finalmente, como decimos, el intento se desvaneció por razones imprecisas y ambiguas. Desconocemos más datos sobre esta nonata cofradía, sobre estas palmas y olivos fugaces de la posguerra.
3.4. Jesús Resucitado (Cargadores)
Las circunstancias sociopolíticas de los años 40 del siglo XX posibilitaron la fundación en la Iglesia Mayor Parroquial de una hermandad de los cargadores en torno a la imagen de Jesús Resucitado. Esta fundación buscaba, por un lado, la integración obrera en las instituciones religiosas del Estado confesional de la posguerra a través de una hermandad corporativa; por otro, la potenciación litúrgica y el fomento del culto a la Resurrección, frente a las cofradías pasionistas tradicionales. En cualquier caso, fue una original y singularísima iniciativa isleña, muy anterior a la creación de las procesiones del Resucitado en ciudades como Sevilla o Jerez.
Esta hermandad tuvo vida sólo durante cinco años (1947-1952) y únicamente como asociación admitida de hecho por la autoridad eclesiástica, pues nunca llegó a ser aprobada de derecho ni erigida canónicamente. Su historia se truncó bruscamente en menos de un año a partir de 1952.
El párroco D. Camilo García Valenzuela adquirió en 1946 una imagen de Jesús Resucitado a los talleres de Olot (Gerona). Tras su bendición, el Sr. Cura debió pensar que una hermandad era un buen recurso para suscitar la piedad de los fieles por la nueva imagen y dar el culto debido al misterio principalísimo de la fe que representaba la imagen gerundense. Y si además mediante una futura hermandad podía atraerse a sectores sociales necesitados de acción pastoral, la solución se revelaría como excelente.
A iniciativa parroquial, la nueva imagen isleña procesionó por vez primera al año siguiente: al amanecer del Domingo de Resurrección 6 de abril de 1947, recorriendo la llamada carrera del Corpus Christi. Tras la procesión siguió una solemne función religiosa. Por entonces, el párroco ya debía tener perfilado en su mente qué sector social iba a encargarse de la Cofradía del Resucitado.
Finalizada la Semana Santa de 1947, el párroco don Camilo tuvo una reunión informal con los cargadores de los pasos: les alabó su arte así como la gracia y espiritualidad de su estilo meciendo los mismos, les expuso su preocupación y su interés por su formación religiosa y finalmente les sugirió la fundación de una hermandad propia de los cargadores en torno a la nueva imagen de Jesús Resucitado. La propuesta fue calurosamente acogida por los cargadores. En el acto se inscribieron más de cien como futuros hermanos. Así comenzó su andadura histórica la Hermandad de los Cargadores.
No obstante, los primeros tiempos debieron ser arduos y lentos. Un año después de la reunión con el párroco, en febrero de 1948, todavía se hablaba de «junta organizadora» y de «futuros hermanos». Las fuentes consultadas reiteran que la hermandad llevaba un año de organización. Con motivo de una solicitud de autorización para impartir charlas cuaresmales a los cargadores fechada en febrero de 1948 y cursada por don Camilo ante las autoridades diocesanas, el párroco isleño aludió a que se estaba organizando la hermandad, expresando sin rodeos que se trataba de una cofradía suscitada para atraer a los obreros. Sin embargo, todavía no solicitaba el beneplácito episcopal ni presentaba reglas o constituciones para su aprobación canónica.
Lo cierto es que la Hermandad del Resucitado no llegó a tener reglas o constituciones aprobadas por la autoridad eclesiástica. No sabemos si dispuso siquiera de unas normas de régimen interno que nos pudieran iluminar e informar sobre sus títulos, estructura, régimen económico, cultos obligados, fines de la asociación, etc.
Por otra parte, la existencia de la hermandad de los cargadores sí que contó pronto con la aquiescencia, con el apoyo moral e incluso económico, de las autoridades civiles locales. Ya desde los primeros instantes fundacionales se vio con claridad que el dirigente y hermano mayor de la futura cofradía no podía ser otro más que el propio capataz de los cargadores: José Tinoco Mera. Como tal ejerció en los años sucesivos.
La hermandad estaba constituida por todos los obreros cargadores asalariados de los pasos de las cofradías isleñas, al menos por aquellos encuadrados bajo las órdenes del capataz Tinoco (entre 150 y 200, según los distintos autores). Las fuentes de la época, al referirse a la Hermandad del Resucitado, hacen hincapié reiteradamente y resaltan inequívocamente que la misma estaba integrada por cargadores de los pasos. Ellos mismos, en sus saludas, oficios y proclamas de cultos se autodenominaban «cofradía de obreros isleños».
Esta Hermandad de los Cargadores salió procesionalmente sólo en cinco ocasiones. Concretamente, en los domingos de Resurrección de los años 1948, 1949 (a pesar de la inclemencia del tiempo y el temporal de levante que imperó durante toda la Semana Santa de ese año), 1950, 1951 y 1952. El primer año (1948) efectuó la salida procesional por la mañana; sin embargo, la hora de salida habitual el resto de los años fue siempre las seis de la tarde. El itinerario siempre fue el de la llamada «carrera del Corpus Christi» clásica.
Ningún documento de los consultados hasta ahora alude expresamente a que los hermanos cargadores vistieran alguna indumentaria peculiar y distintiva. Sin embargo, siempre se ha dicho que en el cortejo figuraron penitentes de túnicas blancas que llevaban levantado el antifaz y portaban cirios de gasolina (salvo el primer año de salida, en el que los hermanos formaron vestidos de calle). Al parecer, esas túnicas blancas fueron en un principio prestadas por la Cofradía de la Oración en el Huerto y luego, en los últimos años, donadas por el Ayuntamiento.
Para la primera salida (acaso también para las siguientes) la Hermandad de los Cargadores contó con la colaboración de otras cofradías que cedieron sus enseres para que el Señor Resucitado pudiera salir en procesión decorosamente. La imagen titular fue casi todos los años (al menos, sí en 1949 y 1950) sobre el paso de la Esclavitud de Jesús de Medinaceli, cofradía que siempre colaboró estrechamente con la de los cargadores; en 1951, lo hizo sobre el paso de la Asociación Josefina.
La Hermandad de los Cargadores celebró asimismo cultos internos. Se trataba siempre de un triduo y de una función solemne en honor de Jesús Resucitado. Las fechas de uno y otra variaron. Unos años, el triduo tuvo lugar durante la cuaresma, previamente al quinario del Nazareno (en 1949 y 1952); otros, comenzaba justo al finalizar la procesión (1950) o ya en la primera semana de Pascua (1948). La función solemne ofrecida por la hermandad tenía lugar normalmente en el mismo Domingo de Resurrección y con la imagen titular ya dispuesta sobre el paso exornado (1949, 1950, 1952), salvo la de 1948 que se celebró el primer domingo de Pascua.
Según lo acordado con el Padre Valenzuela en los momentos fundacionales, los componentes de la hermandad no pagaban cuota alguna. Pero según otras fuentes, sí se descontaba una cuota de los salarios que ganaban como cargadores durante la Semana Santa, invirtiéndola en concepto de ayuda para el mantenimiento de la cofradía.
La procesión de 1952 fue el último acto brillante de esta efímera cofradía. Llama la atención la rápida decadencia y el abrupto cercenamiento sufrido en tan sólo unos meses por una hermandad que parecía estar en la cúspide de su trayectoria y gozar de un futuro prometedor. Hoy día es arriesgado determinar a ciencia cierta las causas que provocaron la desaparición de la hermandad de los cargadores, máxime si se tiene en cuenta que se trata de hechos ocurridos hace relativamente poco tiempo. Para más información, remitimos a las varias publicaciones existentes sobre esta corporación proletaria cofrade.
3.5. Nazareno del Carmen.
Además de la hermandad de 1751, a la que nos hemos referido en el lugar correspondiente, hubo otros intentos de formarle hermandad a la devota y bella imagen de Jesús Nazareno venerado en la iglesia conventual del Carmen, pero ya muy posteriores, en el último cuarto del siglo XX. No sabemos si hubo propósito de fundar hermandades de Jesús Nazareno en el Carmen a lo largo del siglo XIX y primera mitad del XX. Es raro que en tan dilatado espacio de tiempo no hubieran cristalizado algunos intentos en este sentido, pues la imagen siempre contó con muchos devotos, pero no tenemos noticias de estas hipotéticas tentativas.
La corporación en cuestión se intentó crear entre los años 1968-1969, bajo el título de Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder y Nuestra Señora de los Siete Dolores. Sus promotores eran un grupo de trece alumnos del colegio «Liceo Sagrado Corazón» de los PP. Carmelitas Descalzos. Llegó a contar con algunos centenares de alistados y, en principio, con la anuencia de fray Eduardo Molina, párroco de San Servando y San Germán (como se titulaba entonces la parroquia del Carmen), y de los demás religiosos carmelitas. Ignoramos si se le otorgó formalmente la naturaleza jurídica siquiera de junta pro cultos. Parece ser que no.
El grupo organizador diseñó un escudo con elementos alusivos a la condición de estudiantes de sus promotores. Imprimió póstulas a principios de 1969, buscando fondos para la salida procesional. Pretendía salir el Miércoles Santo. Adquirió para ello a finales de 1968 el segundo paso que tuvo la Hermandad de Jesús de la Misericordia (el primitivo de la de los Estudiantes), la cual había estrenado ese año el suyo actual tallado por Guzmán Bejarano. E incluso llegó a pedir prestados enseres procesionales a otras cofradías isleñas. El proyecto se malogró por causas que no vienen al caso. Sus organizadores más cualificados acabaron ingresando en otras hermandades isleñas.
Por esa misma época, en un magno acontecimiento sin precedentes, la imagen de Jesús Nazareno, junto con la de la Virgen de los Dolores venerada en el altar vecino, llegó a salir en un devoto vía crucis por las calles de la feligresía del Carmen, a iniciativa del citado párroco fray Eduardo Molina. El inédito e irrepetido ejercicio piadoso tuvo lugar la tarde del Viernes de Dolores de 1969. La prensa provincial se hizo eco del original evento, al que calificó de «impresionante manifestación de fe y religiosidad», destacando que asistieron las asociaciones piadosas de la parroquia y «centenares de fieles», cubriéndose el itinerario previsto «en medio del fervor popular».
Pocos años después, a fines de la década de 1970 y principios de la siguiente, hubo otro intento de establecer una junta pro cultos. Esta vez bajo el título de Jesús Nazareno de Pasión y María Santísima de los Siete Dolores. El grupo de devotos iniciador llegó a sacar nuevamente la imagen en vía crucis en la cuaresma de de los primeros años de la década de 1980, siendo párroco fray Serafín Fajardo. Estos piadosos ejercicios no tuvieron la repercusión y trascendencia del vía crucis de 1969. El nuevo intento de formar junta pro cultos estable, de todos modos, tampoco prosperó.
Durante los últimos años de la década de 1980 y los primeros de la siguiente, la bella imagen de Jesús Nazareno recibió anualmente algunos sencillos y dignos cultos internos (particularmente un besa-pie el Domingo de Pasión) en la iglesia conventual del Carmen por parte de un grupo de devotos. La titulación ampliada que se ha venido utilizando últimamente para la sagrada efigie, es decir Jesús Nazareno «de Pasión», deriva del mencionado intento de formarle hermandad en los años setenta y también de los referidos cultos que se le han tributado el Domingo de Pasión. Pero es, por supuesto, arbitraria y caprichosa, careciendo de cualquier fundamento histórico.
Por último, la imagen salió en devoto vía crucis durante la cuaresma de 2005 por el barrio del Carmen, tras lustros sin recorrer las calles isleñas.