La cerámica aporta a las Artes decorativas un amplio campo imaginativo para sus autores. En ella se efectúa la unión de la labor de pintor y escultor así como el conocimiento sobre la composición, formas y color, y la propia técnica del oficio.

El retablo cerámico es el elemento decorativo por excelencia en el arte religioso así como el zócalo de loza vidriada y decorada con profusa decoración.

Ambos solían colocarse en la antigüedad en fachadas de iglesias para el rezo de fieles y devotos mientras el templo no se encontraba abierto al culto. En el interior de templos y conventos, algunos zócalos llegaban a ser espectaculares en su concepción.

La técnica de ejecución de la cerámica es extensísima, así como en su diseño, por lo que sólo haremos una escueta reseña. El diseño se suele realizar habitualmente sobre un lienzo de loza de terracota vidriada. La «pintura» que se suele aplicar es la mezcla de varios componentes (pigmentos, óxidos, aceites, barnices, extractos, etc.), y se aplica bajo o sobre el estrato vidriado, según la técnica. El éxito de cualquier obra, sin duda alguna, estará protagonizado por el quemado de la pieza con el método de cocción en horno, en el que multitud de factores (velocidad, tiempo, temperatura) harán posible tan bello como sorprendente milagro. La denominación de la técnica a realizar suele estar vinculada a los productos que han sido utilizados: al aguarrás, al aceite, etc. Hoy día son muchos los que utilizan pinturas preparadas al efecto para ser aplicadas sobre cubierta y al ser cocidas les dan un efecto muy aparente pero sin duda incomparables a las técnicas tradicionales.